Éste es el pecado más tonto de cuantos hay, porque, como todos carecemos de cosas, todos podemos envidiarnos a todos. Es un pecado inagotable. A mí mismo me cuesta muchas veces discernir si cuando critico a alguien, habla en mí la envidia o una justa indignación. La envidia es además muy fácil de disimular. Cuando les digo a los niños, "pon cara de enfado", la saben poner muy bien. "Pon cara de hambre", también lo hacen muy bien. Yo mismo puedo representar con gestos y mímica todos los pecados capitales, menos el de la envidia, porque tiene mucha procesión interna y poco aparato externo.
Por eso el envidioso se esconde a la perfección en las órdenes del jefe, en la crítica del crítico, en el silencio del hermano, en el piropo de la compañera... Decía Séneca que la única emoción que no puede reproducir el hipócrita es el sonrojo. Lo demás lo imita muy bien.
A mis alumnos les digo que la envidia es una mala hierba que crece en el corazón y que hay que arrancarla de raíz constantemente, porque nos hace sufrir y, sobre todo, porque nos hace hacer muchísimas estupideces y fealdades. No por envidiar a la guapa y al rico y al elegante y a la lista vas a ser más guapo, más rico, más elegante y más listo.
La envidia es una gula del espíritu, el perro del hortelano, la castradora de lo bello y de lo grande. Cada vez que presiento que estoy a punto de envidiar a alguien, convierto la naciente envidia en admiración y benevolencia y entonces me siento en paz con un mundo que premia con tanta justicia a los mejores.
Ab imo pectore,
Jesús Cotta
2 comentarios:
Se le olvidó comentar que existen dos tipos de envidia, esa y la "envidia sana", ¿alguien se lo cree? yo no, un pecado sano es algo contradictorio, sólo nace para guardar las fromas porque "ser envidioso" está muy feo pero ahora, "tener envidia sana", qué diferencia, qué halago, y para mí es lo mismo.
Yo creo que la envidia nace de la inseguiridad del propio ser humano, el que es feliz no mira qué tienen los demás. Mi madre siempre decía: "no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita".
¡Qué razón tienen las madres!
Pues tiene usted toda la razón. Si por envidia sana se entiende gozar de la suerte del otro sin quitársela, ya no es envidia, sino ambición o deseo de mejorar. Si por envidia sana se entiende la rabia de no tener esa suerte, no es sana, sino malsana. Gracias
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