Hoy me amaneces dentro y muy temprano.
Y tu íntimo rayo me devora.
Rezumas en mi cuerpo aquí y ahora
que te creía frío y muy lejano.
Gracias por este día de verano,
por esta brisa ardiente donde afloras,
por esta playa donde me enamoran
tus peces de colores en su mano.
Tu rubio sol, oh Dios, en mis espaldas
y en su pecho el mar fresco todavía.
El oro de tu arena al mediodía
y en sus ojos profundas esmeraldas.
Y las altas gaviotas en tu cielo.
Y el agua que gotea de su pelo.
4 comentarios:
El primer verso me parece magistral.
Dios, el sol, el amor, todo uno.
Buen soneto.
Pensaba yo que este soneto chocaría precisamente por esa mezcla que a ti te ha gustado y a mí me fascina. Es muy agradable encontrar un eco en otra persona con algo tan personal. Gracias, arponera
Precioso...
Con todos esos ingredientes...esa playa no era tan solitaria.
Saludos
Es un honor para mí que este soneto le guste a Irene. Se lo regalo. Ahora me parece claro que no era tan solitaria.
Publicar un comentario