miércoles, 26 de noviembre de 2008

De la muerte, con perdón

A la gente no le gusta hablar de la muerte, pero a mí sí. Cuando sale el tema, siempre hay algún aguafiestas que pide al que ha sacado el tema que no sea un aguafiestas. Pero a mí la muerte me da ganas de vivir y por eso pienso mucho en ella. Supongamos que sé que me voy a morir dentro de un mes. En ese caso, creo que programaría muchas entradas en esta bitácora para que la gente me pudiera seguir leyendo tres o cuatro años después de mi partida. Eso sí, pediré disculpas por no poder responder a los comentarios. Escribiría una entrada pidiendo perdón a los que he ofendido. Ya sé que no está de moda pedir perdón ni sentirse culpable, pero uno es como es y arrastra sus culpas de año en año y es mejor despedirse sin ellas. Lucharía por no ser un viejo cascarrabias que todo el mundo desea ya que la palme. No hay espectáculo más feo que un viejo dando por culo hasta el final. Cuando mi padre se estaba muriendo, me pidió que escribiera un poema explicando que lo más terrible que puede afrontar un hombre no son los peligros de la vida, que lo más grande no es alzar torres o empresas, sino la agonía, lidiar con la muerte que preside invisible el testero de tu cama. Escribí el poema, pero no estaba a la altura de lo que él sentía y me pedía. Uno nunca está a la altura de la muerte del otro.

6 comentarios:

Juanma dijo...

Me quedo con la duda de saber si estamos a la altura de la muerte propia.
Una de las cosas que agradezco al paso de los años es que me vaya quitando, poquito a poco, el miedo que siempre le tuve a la puñetera guadaña.
Un abrazo, querido Jesús.

E. G-Máiquez dijo...

La frase final es un aldabonazo, tú. Eso, a ver si uno está a la altura de la propia.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Queridos amigos: no se me había ocurrido eso de estar a la altura de la propia muerte. Creo que esa es la prueba definitiva: afrontarla sin cagarse en los pantalones. Siempre me he preguntado si yo avanzaría con paso digno hacia el paredón o si me tendrían que empujar con la culata del fusil. Un abrazo

Juan Antonio González Romano dijo...

Me sumo a la alabanza de la última frase. Con respecto a la pregunta que planteas en el comentario anterior, ¿conoces el relato "La alambrada" de Eduardo Galeano? Es una reflexión en la línea de la tuya.

Anónimo dijo...

Las palabras a veces no sirven para expresar sentimientos. Además mo es necesario, aunque vivamos en un mundo de palabras. Ese momemto es tan enorme que el verbo sobra.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Querido antónimo, quizá era eso lo que yo quería decir al afirmar que uno nunca está a la altura de la muerte. Has dado en el clavo. Ahí sobra el verbo. Un abrazo muy fuerte