miércoles, 9 de junio de 2010

Mi amigo Stephanos

Según mi amigo griego Stephanos, los alemanes tienen una manera de ser consistente en que todo, sea lo que sea, lo haga quien lo haga, debe estar bien hecho, a su hora y hasta el final; y el Estado vela por ello. Eso es lo justo, lo lógico, lo deseable. Si no pueden conseguirlo, una de dos: o se suicidan o hacen una revolución caiga quien caiga.
Sin embargo, siempre según Stephanos, españoles, griegos e italianos somos más relativistas con la manera de ser de las cosas. El desorden mediterráneo que se deriva de nuestro individualismo y nuestro sano relativismo ante las normas da cierta libertad y no nos obliga a hacer lo que hay que hacer en su debido momento y hasta el final. Siempre encontramos algún sitio por donde escaparnos. Es más, lo deseable es que las cosas no funcionen a la perfección, porque la perfección no deja escapatoria. Nuestro lema es: o me aclimato o me aclimuero. Así que mejor me aclimato, es decir, busco salidas y escapatorias, cada cual las que considere oportunas. Si las cosas no funcionan bien, si no son como deberían, esto también está bien, porque si todo fuese perfecto, si hubiese una justicia omnividente en la tierra que siempre premia al bueno y castiga al malo, no podríamos ser malillos de vez en cuando, ¡con lo bien que está a veces saltarse algunas normas y hacer lo que te salga de la mismísima punta!
¡Ay, este Stephanos, qué cosas tiene!

13 comentarios:

Unknown dijo...

Mi amigo Simonesterix, galo, nacido en la ciudad de Marsella , tiene la misma opinión que tu amigo Stephanos, el griego. Él suele saltarse algunas veces las normas, por no decir bastante. Aficionado a jugar a ser pirata , en las noches de luna creciente suele asaltar barcos cuyas bodegas van colmadas de monedas de oro y plata. Una vez capturado tan suculento botín lo reparte no sólo entre su aguerrida tripulación sino que también lo hace, una vez llegado a buen puerto, entre las personas más necesitadas de la ciudad: viejos marineros en tierra, familias que han perdido al padre por un desafortunado golpe de mar... En alguna que otra ocasión me ha ofrecido ser su contramaestre. He navegado con él por esas misteriosas aguas. Fueron noches llenas de encanto, de sirenas, de aventuras.

Es bueno saltarse la norma de vez en cuando, por ello no he de extrañar que nuestros queridos amigos, Jesús, opinen lo mismo.

¡ Ay, que cosas tienen estos galos y griegos!

Un abrazo para ti y otro para nuestros amigos.

Dyhego dijo...

Don EPIFANIO:
Como decía el griego aquél (Parménides, Jenofonte, Tales o qué sé yo): ni claro ni tan calvo. Yo intento no depender económicamente de nadie para poder hacer lo que me sale de la punta, como usted bien "apunta" (obsérvese cuan agudo -de Monteagudo- soy, jejejeje).
Lo ideal sería juntar las "presuntas" virtudes pragmáticas germanas con el mediterranicvs modvs vivendi (igualmente presunto).
Los vivalavirgen gonzan de buena fama -recuerde usted al hijoputa pródigo- pero los muy cabrones cuentan siempre con el "colchón" financiero del padre...
De todos modos los alemanes y los griegos me caen bien.¡Incluso me caen bien los de Cártama, jejeje!(Vale,usted también me cae bien, no "me se" enfade usted, caballero Cotta).
1 neutonio.

Olga Bernad dijo...

Seguir siempre la norma tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Un amigo me contó que en la General Motors, durante mucho tiempo, la planta de Zaragoza estuvo dando el número 1 en calidad porque si había algo que no venía bien explicado en la norma (darle unos martillacicos a una goma para que acabe redondeada y no en pico, detalles así), la gente las añadía sobre la marcha y pasaban a formar parte de las "normas no escritas". En Alemania eso es impensable: lo que no haya previsto el ingeniero, no se hace, es que ni se piensa. Me hizo mucha gracia. Me dio para pensar. Pero no sé qué es preferible, aunque yo tengo más simpatía por el que, en un momento dado (pero sólo en uno, que si no esto es un sindiós)comprende que la norma no entiende todas las situaciones. Hay que darle un sitio a las excepciones. Lo que ocurre es que aquí a veces vivimos en la excepción permanente...
Un abrazo.

lolo dijo...

Entre me aclimato o lo otro, me aclimato. De todas, todas.
Me aclimueren las nanonormas.

lolo dijo...

ΟΠΑ

Jesús Cotta Lobato dijo...

Ramón, anda, preséntame a tu amigo. Me apunto. A ver si organizamos una quedada de Simonesterix, Stephanos, Simón y Cotta.

Ay, Dyhego, ojalá se pudiera juntar las virtudes de ambos pueblos, pero es lo malo que tienen los términos medios: que son ideales más que reales. En cuanto a los cartameños, somos tan apañados como los de Monteagudo, que me caen muy bien también. Un neutonio.

Olga, lo de Zaragoza me ha impresionado. La excepción es necesaria, porque la vida es desordenada y hecha de cosas concretas, no generales. Pero, ay, quién pudiera saber cuándo es justo y sensato saltárselas. Por lo pronto, me han gustado los trabajadores de Zaragoza.

Lolo, las nanonormas acaban con la libertad de conciencia. Hacer las cosas bien por frescura es siempre mejor que hacerlas bien por seguir una nanonorma. Y ΟΠΑ!, a ritmo de tsifteteli. Y olé.

Anónimo dijo...

Seguir siempre las normas, las dicte quien las dicte, hasta el final, tiene como consecuencia que uno nunca se siente responsable si el resultado no es el deseable, así uno siempre puede decir aquello de "yo sólo cumplía órdenes". Yo me las he saltado en innumerables ocasiones porque sabía que de lo contrario no saldrían la cosas bien. Esto conlleva un cierto grado de anarquía que si no se va de madre es más saludable que la perfección germánica, pero a la vista está que no es tan rentable. Besos de tu sobri.

Anita dijo...

Estoy de acuerdo contigo, por lo general actuar de una forma esperada esta bien, pero tampoco hay que esponjarse si las cosas no salen perfectas, eso produce estrés, presión alta e infartos.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Vaya, sobri, me quedo con la intriga de saber qué sobri eres y veo que también te saltas a veces las normas. Ama y haz lo que quieras. Un beso.

Anita, sí, fuera el infarto y el estrés y viva un poquito de caos, como dice mi sobri.

Naranjito dijo...

En mi trabajo intaláron una serie de maquinarias nuestros supuestos vecinos los alemanes. Fué entre Julio y Agosto.No se aclimurieron ni, por supuesto, se aclimatáron.Pero al final aprendiéron lo relativo que es el trabajo en plena canícula veraniega.Aprendiéron a buscar salidas y escapatorias (las máquinas de refrescos se agotáron). Y lo mas importante, aprendieron que las cosas funcionan, que la vida no es solo el relog, que sabemos cumplir nuestros objetivos siendo muy malos y ¿vagos?. Nosotros aprendimos a manejar las máquinas "ultimategnologialomejordelmercadogermano" y hoy en día siguen funcionando a la perfección manejadas por individualistas y piratas que se saltan, algunas veces, las normas establecidas.Nuestros jefes no están contentos pero eso lo llevan innato en su condición de jefes.

Las cosas si funcionan bien si le ponemos un poquito de filosofia y ganas sureña.

JuanMa dijo...

La verdadera norma del trabajador debería ser la del pundonor del trabajo bien hecho.

Granito dijo...

"- ¡¡¿Ordenó usted el código rojo?!!"

Y Jack Nocholson, sacado de sus casillas por el petimetre abogadillo de Tom Cruise reconoce haberlo ordenado.

Pero aún así los soldados que acataron el código rojo se dan cuenta que eso no les exime de su responsabilidad (y la consiguiente culpa) pues las normas, sean las que sean, están para ser filtradas por nuestra propia reflexión y nuestra ética personal.

Eso creo yo, cada uno es y ha de ser su principal juez, verdugo y confesor.

Un abrazo.
Pedro

Jesús Cotta Lobato dijo...

Naranjito, a las máquinas o las trata uno como vosotros hacéis, con filosofía sureña, o entonces se convierte uno en máquina. Muy bien que hacéis.

JuanMa, a veces el trabajo bien hecho se consigue saltándose alguna normilla, como excepción, pero sin ese pundonor, ay, todo es excepción y adiós a las normas. Un abrazo.

Granito, la conciencia es un tribunal inapelable y por fortuna no somos maquinitas de obedecer. ¡De cuántos superiores ineficaces o malos nos libraríamos si dejásemos de ser maquinitas de obedecer en lo malo y en lo absurdo! Un abrazo a Pedro.