Me ha dicho un pajarito por teléfono que su hija pequeña, llamada Irene, disfruta con mis poemas de Menos la luna y yo.
Desde hoy la nombro mi lectora favorita y, cuando esté triste, me la imaginaré correteando inquieta, guapa, saltarina y volatinera por la casa con mi libro de colores en sus manitas, que Dios bendiga.
Y si escribo otro libro de poesía, a ella le dedicaré uno que sea tan gracioso y bonito como ella.
Por ahora, le regalo este que compuse sobre el eco. A partir de ahora, ella será la niña que llama al eco.
Debajo de la encina
jugábamos al eco
con el monte de enfrente
y la pena muy lejos.
“¡Eco!”, gritaba un niño
y respondía el eco
gritándolo más fuerte
contra los cuatro vientos.
Los pájaros volaban
en busca del silencio
y el eco los traía
a nosotros de nuevo.
“¡Vente!”, gritó una niña
con los brazos abiertos
y él respondió que sí
con un poco de miedo.
Nos siguió hasta la casa,
pero no quiso el viento
que entrase por la puerta,
porque era el eco, el eco.
2 comentarios:
Don Epifanio:
Que el eco no deje de resonar.
24 neutonios ecolálicos.
Y que nunca se muera el niño que llevamos dentro. Neutonios infantiles
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