Fui el viernes pasado a ver Santa Teresa, con ciencia de amar, esta obra estupenda que con unos elementos sencillos y hermosos y un solo actor consigue hablar no ya al corazón del espectador, que también, sino a su intimidad más secreta, a aquello que más nos define y menos conocemos, donde anidan nuestras esperanzas más sublimes y nuestros terrores más oscuros. Hasta ahí consigue hacer llegar su voz Juan Luis Corrientes encarnando a una persona que va a morir y a la mística de Ávila, que son una misma persona porque aquella loca de Dios y el hombre de hoy tiemblan del mismo modo ante el misterio del ser y siguen ardiendo vivos en la esperanza de una luz dichosa y en el deseo un amor sin fin más allá de la muerte.
El actor es la santa, es san Sebastián herido, es la Expiración de Jesús, es un padre de familia, es un hombre perdido en el líquido amniótico o en el agua cósmica, es el subconsciente corriendo hacia no sabe dónde y deteniéndose al final del camino, eres tú.
Santa Teresa es ya un universal del misterio de vivir, de la locura del amor, y la Compañía Proyecto Corriente nos ha dado una versión actual y vanguardista de ese universal. El uso de la llama, del susurro, del grito, de la escalera como cruz a cuestas o como escala hacia la luz más alta, el agua que la mística de Ávila miraba con más advertencia, la oscuridad y el silencio y esa mujer con el Amor ardiéndole en el pecho... hacen de este magnífico monólogo, que es en realidad diálogo, una obra que recomiendo vivamente, sobre todo ahora que estamos en el aniversario de santa Teresa.
Me alegro de que mi versión de la santa en Teresa, mon amour sea el elemento de unión entre el actor, la directora y yo. La poeta, la mística, la santa, la loca de Ávila, me puso también en contacto con Maiakovski. Siempre anda haciendo amigos a unos y a otros.
Pues eso, en el Castillo de san Jorge, en Triana, hasta el 20 de junio.
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