El domingo estuve con unos poetas y sus cónyuges comiendo en un restaurante con unas vistas impresionantes. Y, a la hora de la sobremesa, las chicas de la mesa de al lado se pusieron a cantar villancicos. Tenían un guitarrista y eran todas guapísimas y con unas voces tan bonitas y aflamencadas como ellas. Crearon un ambiente festivo y de hermandad que el vino y el humo del tabaco (que el dueño del restaurante permitió porque la ocasión lo merecía) hacían más puro y misterioso.
Me pareció que aquel arranque de música y de alegría improvisadas era algo muy propio de aquí. Más de un guiri habría pagado por ver algo tan auténtico.
Esa alegría navideña me acompaña desde niño y estas muchachas nos la inyectaron en vena para varios siglos.
Feliz Navidad a todos.
Arriba hay una estrella para quien se encuentre perdido.
3 comentarios:
Don Epifanio:
¿Y no se unió al otro grupo de festeros?
25 neutonios festivos.
Sí, claro. Cantamos con ellos. Feliz Navidad
Cantar así con alegría es la mejor música del alma.
Siiiii retome mi estrella
Buena estrella para usted
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