Cuando en primero de BUP (lo equivalente a tercero de ESO) los compañeros de clase nos persiguieron por el recreo para darnos el bocado en la nuez a los novatos, que al parecer debíamos pagar ese tributo, no sabían que se las estaban viendo con, mira por dónde, el Polvorilla, o sea, yo, que, aunque no muy fuerte de cuerpo, era raudo cual solípedo corcel. Varios largos recreos tardaron en darme caza y, cuando lo lograron, tampoco sabían que se las estaban viendo con, ¡tachán!, el Remolino Giratorio, o sea, yo también, que me ponía a girar y a contorsionarme y a agitar en el aire todas mis extremidades superiores e inferiores como un rabo de lagartija a cámara rápida, lo que creaba a mi alrededor un campo de protección de miembros desatados y peligrosos, y solo lograron abatirme lanzándose todos a lo bestia contra mí y agarrándome de pies, manos y cabeza contra el suelo hasta dejar libre y al sol mi pobre y virginal bocado de Adán, donde dieron el bocado que aún tengo atragantado.
Esa tradición, que no sé de dónde viene, la agarran Marvin Harris o Mircea Eliade o Frazer y la convierten en rito iniciático de la pubertad o en desvirgamiento sublimado de púberes o en alarde de poder grupal o cualquier cosa que, dicha con términos rimbombantes, parezca más cierta que lo que realmente creo que era: una excusa más de los adolescentes para pasárselo bien, correr aventuras y competir, porque somos juguetones e imaginativos. Creo que ese es su significado antropológico.
3 comentarios:
Don Epifanio:
¡qué envidia me da su agilidad!
Como usted bien apunta, los ritos iniciáticos son comunes a cualquier sociedad y es un (mal) trago que hay que pasar.
La prueba iniciática debería ser una demostración de que se es capaz de formar parte del grupo, pero ocurre muy a menudo que los "cabecillas" aprovechan esos "ritos" para dar rienda suelta a sus instintos depravados.
Soy muy crítico con este tema y me reservo mi opinión al respecto, que sería demoledora.
25 neutonios rituales.
Pues no se corte usted, don Dyhego. Por fortuna, mis ritos iniciáticos se redujeron casi al bocado en la nuez. Pero tengo personas muy queridas que han sido vilmente humilladas.
Don Epifanio:
¡usted también lo dice: "vilmente humilladas".
Los ritos de iniciación acaban siendo ocasión para que los hijoputas de turno, (cobardes, sádicos, acomplejados, desalmados, etc) se regocijen en la vejación. Por supuesto, estos hijoputas saben rodearse de otros ejecutores más hijoputas aún.
Por supuesto, se deduce de lo que digo, que me refiero sobre todo a las "novatadas". Los ritos iniciáticos se han convertido en las humillantes novatadas. Pero ya no tienen nada que ver las unas con los otros.
25 neutonios renova2.
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