Entre los negocios que hay en Sevilla concedo la máxima importancia al que tiene montado Ileso en la esquina del puente de los bomberos, justo donde comienza el barrio de San Bernardo.
Vende pañuelos y rosarios y me llama “jefe” con acento nigeriano y tiene rosarios de todos los colores y los dispensa con todas las sonrisas.
Entre alumnos, amigos, lectores y compañeros de trabajo le doy la máxima publicidad, porque sé que muchos problemas se arreglan no solo con sus rosarios, sino estrechándole la mano y mirándolo a los ojos.
De día va siempre con una sombrilla porque “no me quiero poner más moreno”. Y lo dice con una sonrisa que no puede ser más blanca y más franca.
Durante unas semanas de agosto no ha trabajado porque no pasaban coches por la carretera. Sus vacaciones han consistido en “comer, dormir, duchar”, pero, a diferencia de casi todos sus clientes, en Sevilla.
Lo mejor de Ileso es que, truene o llueva o haga un sol de justicia, siempre está contento.
Dios bendiga a Ileso y su negocio, para que siga iluminando el puente de los bomberos y mi barrio.
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