Queridos amigos:
Los poemas que, leídos en voz alta, se crecen más que en silencio me gustan más, porque guardan más relación con la música, hermana de la poesía. Si no es así, se arriesgan a convertirse en aforismos, diarios o en prosa con renglones partidos.
Estas coplas que os pongo cumplen el requisito de la buena poesía y, además, están cargadas de un mensaje hondo, sincero y dolorosamente humano.
-Si me dieran otra vida
para corregir mis fallos,
tan solo procuraría
cometerlos más despacio.
-¿Por qué será este dolor
que no se calma con nada,
si sé que no existe nada
que provoque este dolor?
-Veo acercarse la piedra
en la que ya tropecé.
A ver si recuerdo cómo
me levanté la otra vez.
(Señales de vida, de Juan Antonio González Romano)
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