En la última cena con mis amigos mercuriales este verano, cenaban a nuestro lado muchas mujeres vestidas de flamenca en una despedida de soltera. Y he aquí que una de ellas me preguntó discretamente si yo permitía a la novia darme un beso en la cabeza, porque una de las pruebas que ella tenía que superar era dar un beso a un calvo.
¡Dios mío! ¡Ese es mi sueño dorado! ¡Por fin mi calva tenía sentido! ¡Que unos labios rojos se estampen en mi calva, como vi yo cuando chico que le pasaba a Popeye en una de sus aventuras! Así que le dije que sí y, entre aplausos y vítores de todos los presentes, me senté en una silla y ella me dispensó el sonoro y rojo beso.
El poeta Ramón Simón, que me quiere bien, le dijo a la besadora que yo era poeta y, entonces, todas las amigas se volvieron locas pidiendo que yo le recitara un poema a la novia. Y he aquí que la suerte me sonrió otra vez, porque yo tenía un libro de poemas mío en el bolsillo de la chaqueta, así que me puse en pie sobre una silla y, en el silencio más expectante, todo el mundo se calló y leí el poema.
Todo eso que cuento pasó en menos de cinco minutos. Pero, Dios mío, ¡qué intensos y bellos!
Aquí el poema que le leí.
Cuesta Maneli
Salgo del mar a ti, que estás tendida
con el abrazo abierto a mí y al cielo.
Rubia en la arena rubia, hecha una duna,
me enciendes con más oros el deseo.
Cuando atrapo la luna entre mis labios,
la pongo entre los tuyos con un beso.
Un colibrí bañándose en rocío
no es tan dichoso como yo en tu pecho.
Donde solo hay agua, arena y tú,
apuntan hacia ti los elementos
y el mar y yo te compartimos
y todo es esplendor y todo es lecho.
2 comentarios:
¿Y no hay constancia fotográfica de huella labial roja en su insigne cráneo?
¡Lo que no le pase a usted...!
25 neutonios craneales.
Ni yo mismo habría imaginado que me iba a pasar algo así.
Me alegro mucho de reencontrarlo después del verano, don Dyhego.
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