Tengo un gran cariño a la traducción que de la Ilíada hizo Segalá y Estalella. Suya es la versión que mi amigo Felipe me regaló para inaugurar nuestra amistad y, gracias a ellos dos, serán siempre para mí Homero esos segalianos “Héctor de tremolante casco”, “Aquiles de pies ligeros” o “su alma salió de sus miembros llorando porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven”.
De Segalá es el Homero que leo con mis alumnos subido a la mesa. Lo hago en honor a Homero, que admira a los hombres concretos y no a los bandos, y a Segalá, que murió en una guerra de dos bandos fratricidas, durante un bombardeo en la Guerra Civil, en Barcelona.
Homero mejora con los años. Cada milenio destaca más su belleza entre los Grandes. Y cuantas más vueltas doy al sol, más maestría e inspiración le descubro. Esos héroes que saltan del carro “sin soltar las armas” o que, cuando mueren, caen “como el alto pino en el bosque” o que pelean como en una cima un león y un jabalí; ese desconocimiento de los partidismos y los maniqueísmos, esa admiración por la belleza y la valentía allí donde estén, esa afinidad entre dioses y hombres, ese respeto exquisito por el cuerpo del caído… todo eso es una buena guía para la literatura y para la vida.
En esta época donde no está de moda ser valiente ni magnánimo ni noble, sino original, guay, enrollado, auténtico, moderno y demás tontadas, creo que hago un favor muy grande a mis alumnos cuando les muestro allí arriba la estrella homérica pasando de modas y poses y alumbrando lo real, objetiva y perennemente bello.
Cuando muera, antes de partir a algún confín a montar una galaxia en torno a un agujero negro para hacer más grande e incomprensible el universo, que me encanta, haré algo que me gusta más aún: demostraré con una encuesta celeste que Homero es el autor más leído en el Cielo y viajaré luego en la cola de algún cometa hasta la República de Poetas donde Homero departa con Virgilio, Dante, san Juan de la Cruz, Camoens y otros grandes. Entonces, me quitaré el sombrero y les besaré a todos las manos, pero, ante Homero, haré una reverencia por todas las veces que me ha salvado a mí y a cuantos se lo he leído, de la fealdad, la vulgaridad, la cobardía, la insolencia. Y le entregaré, dentro de un anillo de purísimo diamante, una galaxia entera.
4 comentarios:
Don Epifanio:
me gustaría ser alumno suyo.
25 neutonios homéricos.
Eterno siempre Homero, gracias por ser así.
Don Dyhego, a mí lo que me gustaría es ser alumno de usted. Me gusta mucho su humor. 25 neutonios gálicos
José María, con Homero no cabe actuar de otro modo. Cuando lo veamos tú y yo en la otra vida, qué bien lo vamos a pasar, sin prisa, sin miedo, sin vergüenza, sin que el alcohol nos afecte, sin ley antitabaco, lanzando endecasílabos, octosílabos y hexámetros a los espacios.... Esa es mi esperanza. Un abrazo.
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