Aquí poso en un campamento en la Sierra de Cazorla. No sé si tengo doce o trece años. Aún no tenía ni bozo.
Fue por aquellos días cuando, jugando en medio de los pinos al poliladro, me camuflé tan sumamente bien, que una cierva que estaba a mi vera no se percató de mí, y la toqué pensando que era el tronco de un árbol, y era cálida y suave y bonita y huyó asustada de mí, pero a mí me dejó para siempre herido de poesía.
Nunca le estaré lo bastante agradecido.
Por cierto, me han dicho que cada cinco años se renuevan todos nuestros átomos. Si no soy mis átomos, ¿qué soy? ¿La organización de mi materia? ¿Soy su epifenómeno? Y si lo soy, ¿cómo es que me considero más importante y real que mi materia? ¿Cómo va a ser este que os habla una mera consecuencia de una organización material, una percepción psíquica en sus neuronas, en vez de una realidad inmaterial, el fundador del individuo, el protagonista real de todos esos átomos tan complejamente organizados?
En fin, no os caliento la cabeza, no sea que, como yo, os quedéis calvos.
4 comentarios:
Don Epifanio:
tuvo usted un feliz encuentro. Los ciervos son animales entrañables.
¿Cada cuatro años nos renovamos? Pues espero renovarme pronto, a ver si me quito unos cuantos kilos.
Gracias por compartir estas fotos.
25 neutonios naturales.
Don Dyhego, a lo mejor, por los azares y los vientos de la vida, usted tiene ahora en el cuerpo un átomo que estuvo en el mío. ¡25 neutonios atómicos!
Don Epifanio:
seguro que ese átomo suyo me vendría muy bien.
25 neutonios atómicos.
Me sumo a ese festín de átomos, a ver qué sale.
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