La vi el sábado y no dejo de rememorar escenas de una película cuya banda musical es el silencio de Dios en la tierra aislada, negra, húmeda y neblinosa de Japón. Es un silencio por el que pasó el mismísimo Cristo en Getsemaní y a pesar del cual los protagonistas llevan la llama de lo sagrado siempre encendida en el corazón.
Yo había leído a mis veinte años la novela de Endo, en que se basa la película, y me marcó. Pero ahora, al ver la película, compruebo que hay novelas que no mueren dentro de uno.
Esta película es un canto al concepto de dignidad individual traído por los misioneros al mundo oriental, donde el individuo no es un hijo de Dios, sino una ilusión pasajera que volverá a fundirse en un todo incomprensible.
La simpatía y la humanidad de los jesuitas y de los mártires es incompatible con la incomprensión, la indiferencia y el sentido del deber de los funcionarios imperiales encargados de erradicarlos de modo eficaz y venenoso.
La caracterización de los personajes, la ambientación, los diálogos; la impresión que produce la naturaleza con sus paisajes bellos e inocentes en contraste con la crueldad de los martirios, que el director no oculta ni exagera; el miedo que se respira en cada minuto y en cada esquina; el choque de dos culturas hechas y derechas; la conciencia como reducto inconquistable de libertad, esperanza y belleza donde solos están Dios y el individuo; lo religioso como lo más íntimo y libre en el hombre... todo eso hace de esta película de Scorsese una maravilla que recomiendo encarecidamente a quienes amen la historia, el cine, Japón y la belleza de los inocentes.
13 comentarios:
Me gustaría verla. Ya le diré.
25 neutonios fílmicos, don Epifanio.
Estaré encantado de charlar con usted de ella. 25 neutonios nipónicos
He compartido tu reseña en Google.
Me encanta la emoción con la que lo expresas.
Gracias por compartirlo, José María. Espero que la película te guste tanto como a mí, porque tenemos mucho que hablar de ella. Ex corde, Iesus Cotta
Como película es una monotonía infumable, sólo aceptable por paisajes y actuaciones. Como documental una maravilla.
Anónimo, la película le ha parecido monótona a mucha gente. Lo de infumable me parece una exageración.
A otros nos ha parecido de una intensidad interior apabullante: por dentro, a algunos espectadores nos ha pasado de todo. Nada de monotonía.
Jesús, ya hablaremos, la he visto hoy, cuánto me ha decepcionado mucho el final, según preveía es un sermón de Satanás. Es una pena que Scorsesse haya dado una visión tan desesperanzada del cristianismo, visto así a Jesús no le traía cuenta el martirio. Creo que al final la película nos manda callar y a quedar en Silencio ante los japoneses del relativismo, los adoradores del sol. Por más que disimulan con el guiño jesuita y la cruz de madera. Hasta el inquisidor parece un santo pese a ser un emisario del Gran Cabrón.
Sí, también es posible verlo así. Y hay quien dice que la película presenta al cristianismo privado de su alegría. Pero también es posible verlo como la otra cara de los mártires, la de quienes no tuvieron el coraje de morir mártires y de cómo también a esos los ama Dios, a esos que viven en el silencio. Los criptocristianos japoneses desde entonces o los cristianos que han vivido bajo siniestros regímenes marxistas no han tenido más remedio que vivir así. Por otra parte, la película también es un canto a los cristianos que sí murieron mártires, como el del jesuita que muere antes. En cuanto al discurso del Gran Inquisidor, puede ser muy persuasivo y corrosivo, pero se viene todo abajo porque sabemos que tiene el poder de matar al inocente. Pero, en fin, es una película que da que pensar y hablar. Y eso haremos.
Quizá el personaje más salvable de la película es la del Judas persistente, que traiciona continuamente al sacerdote, pero que en realidad es el gallo que canta y que, en lugar de soberbia o duda, simplemente tiene miedo y arrepentimiento.
A mí siempre me ha angustiado mucho la idea de que el Evangelio no pudiera ser válido en China o Japón, y la ciffra de los 300.000 cristianos asusta.
De todas formas y esta es la lectura que debemos hacer para confirmarnos en nuestra fe es lo fácil que resulta, ante la debilidad humana, destruir una creencia por parte de un sistema totalitario.
Aquí cabe hacerse otra pregunta, vista la facilidad: ¿fueron persistentes los romanos? ¿o eran demasiados permeables a las religiones de oriente?
Yo creo que la crudeza de la película nos debe hacer pensar en el miedo de los apóstoles, sobre todo tras la lapidación de Esteban y el asesinato de Santiago, el hermano de Jesús, por los sumos Sacerdotes.
Y la aparición de Pablo.
Sin una fe sobrehumana: basada en una radical evidencia, nuestra religión no habría persistido.
Con un mártir y un patíbulo fundacional los cristianos (los de antes) , no temen morir.
El martirio es un pilar de la fe y es verdad que de la sangre crecen más creyentes.
Pero nosotros, ¿no somos perseguidos? ¿no nos estamos callando demasiado?
Aparte: de las exploraciones al Silencio y la terrible pregunta a la Noche Oscura, la que más me conmueve y la más dolorosa, fue la que se hizo Teresa de Lisieux.
Bueno, me gustó la película, no su ambigüedad final, y me di el pequeño lujo de pisar la entrada :-).
Ahora, los romanos no pudieron lo que los japoneses.
¿Por qué?
José María, ese personaje, el delator, es estupendo, porque no se desespera como Judas, y pide perdón hasta setenta veces siete. Pero mi favorito es el japonés que muere crucificado entre las olas. Se nota que Scorsese se conmueve con él. También se nota el amor del director por la liturgia, la eucaristía, la figura del sacerdote y la labor de los misioneros en Japòn.
La incompatiblidad del Evangelio con Japón se viene abajo ante la cifra de tresciento mil convertidos en tan poco tiempo, y sin ningún tipo de coacción política. Si el cristianismo se acabó erradicando (y no del todo), no fue porque, como dice el inquisidor, Japón y el cristianismo no casaran, sino porque la persecución fue sistemática, ininterrumpida y venenosa: mientras que en Roma hubo emperadores que dieron tregua a los cristianos, en Japón no se dio tregua alguna y, mientras que Roma, por su concepto de individuo, solo solía perseguir al cristiano cuando alguien lo acusaba (salvo en perscuciones horribles como la de Diocleciano) y solía contentarse con verle rendir culto al emperador, en Japón eran más eficaces, porque el cristiano se veía en la tesitura de apostatar o, si era fiel, ver morir a los suyos. Por eso dice el protagonista tantas veces en la película al inquisidor que habían envenenado la tierra de Japón.
Creo que ha sido el prepósito de los jesuitas el que ha dicho que la película refleja muy bien la diferencia cultural entre Occidente y Oriente, porque cuando Cristo decía "Yo soy el camino, la verdad y la vida", en Japón se entendía muy bien qué era el camino, pero no la verdad, y que en AMérica se entendía mejor lo de la vida. Pero de eso no se deduce que Cristo no fuera compatible con Japón, sino que no lo entendían igual que aquí: a lo mejor el cristianismo se enriquece con esa perspectiva.
La noche oscura es el gran miedo del creyente de hoy, que, a diferencia del creyente del barroco, se ve en un mundo escéptico que ridiculiza su fe. Por eso creo que esta película es tan sumamente moderna y nos interpela: todos los días oímos de un modo u otrolas palabras del Gran Cabrón en la boca del inquisidor, y como tú dices, hay que echarle cara al gran Cabrón y responderle, pero si el miedo nos cierra la boca, Dios no nos condena, sino que sufre con nosotros. Y creo que ese es también un mensaje de la película.
Amén, Jesús: me ha enriquecido mucho tu respuesta.
Creo que Scorsesse, hablo de memoria, fue seminarista.
Sí,y creo que decía que él iba para cura o para mafioso.
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