El publicano, en el templo, no osaba alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho porque era un pecador. En el mismo templo, un fariseo daba gracias al cielo porque él era puro y no como ese publicano.
Dentro de mí hay un fariseo y un publicano. El fariseo ve un mendigo sucio por la calle y se aparta diciendo qué asco, menos mal que no soy como ese. El fariseo se cree que sus hijos son los mejores del mundo, porque, si no lo fueran, no podría quererlos. El fariseo necesita la soberbia para ser bueno, pero sólo consigue ser un fatuo de mil pares de narices al que hay que humillar a cada tanto para que no se suba a la parra.
Me cae mucho más simpático el publicano, que no se aparta del mendigo porque él es también un mendigo; y ama a sus hijos sabiendo que no son precisamente los mejores del mundo: precisamente por eso los quiere, para suplir con su amor lo que la naturaleza o la suerte no les ha dado.
El fariseo se mira al espejo y se gusta, aunque tenga un grano muy feo en la punta de la nariz. Eso sí, ¡menudo ojo tiene para encontrarle granos a la gente!
Qué asco me da a mí ese fariseo y qué dentro lo tengo. Cuando el fariseo se crece, le recuerdo ciertos episodios bochornosos de mi vida que él se empeña en olvidar y en justificar, porque todo lo que él hace tiene que ser bueno y santo.
Me gustaría mandarlo a la porra, pero me temo que sólo morirá cuando yo me muera.
Es su táctica tan refinada, que cuando veo que alguien se comporta como un fariseo me hace decir: "¡Menos mal que no soy como ese fariseo"!. Y así me hace suyo el puñetero.
5 comentarios:
Yo diría,querido Cotta, que tu fariseo es muy chico y no crecerá, teniendo como tú tienes tantas flores y tantos nidos en tu corazón.
Blimunda, ahora, con ese comentario tuyo, crecerá aún menos, sobre todo porque mereces tener razón.
"¡Menos mal que no soy como ése fariseo"!. Uf, Cotta, uf.
Y esa autoestima que nos venden, ¡qué mal se lleva con el publicano a veces!. En ese bucle tan ¿refinado? me encuentro tantas veces yo.
Gracias por hacer que lo vuelva a pensar.
Lolo, creo que mi pensamiento es muy retorcido. Basta con no querer ser fariseo. Lo mejor es enemigo de lo bueno. Recibe mi aprecio.
No, no. Retorcido no. O el mío también lo es.
Vayamos a por lo bueno.
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