Por una gimnasia mal hecha y en frío, me tiene postrado el lumbago. Los sueños de anoche son traducción de ese dolor, como cuando soñé que tenía una piedra en la cara y era mi brazo dormido.
Primero soñé que, tras volver a mi ciudad como un extraño, dormía en una casa deshabitada que no era mía, siempre con miedo de que entrase el dueño y preguntándome cuánta gente había dormido en aquella cama y desde cuándo no cambiaban las sábanas.
Luego me vi sentado a la intemperie en el alféizar de una ventana de hospital en la quinta o sexta planta y tan estrecho, que me he pasado toda la noche a punto de caerme. En la ventana de al lado, una mujer que estaba en mi misma situación saltó al suelo y no le pasó nada; y su hija, que seguía en la ventana, me explicó que su madre ya había saltado de un piso más alto alguna vez y estaba inmunizada. Ni aun así caí en la cuenta de que aquello era un sueño.
Los sueños son tan reales, que a veces los he confundido con mis recuerdos. Otras veces no los he distinguido de la realidad. Un día, por ejemplo, soñé que mis padres habían comprado una estupenda tarta de chocolate y, nada más despertar, fui a la nevera a verla. Y no estaba.
Con razón los griegos no decían "he tenido un sueño", sino "he visto un sueño". ¡Qué bien recoge ese verbo, ver, esa tremenda sensación de que no es mi subconsciente el que está montando toda esa estupenda tramoya onírica, sino que mi alma, trasladada por sus alas divinas a regiones más altas, asiste a maravillas que luego, al despertar, resultan casi siempre incomprensibles para la razón en este mundo sublunar!
4 comentarios:
Don Epifanio:
espero que esté usted recuperado de sus dolores de espalda.
Los sueños son un mundo fascinante. Casi nunca me acuerdo de lo que sueño.
A veces son tan reales, que no sabe uno a qué atenerse.
Por más que lo intento, no consigo recordarlos todos los días.
25 neutonios durmientes.
Mueran las pesadillas.
Veamos más sueños.
Luego dicen que el hombre es un animal.
Don Dyhego, eso nos pasa a todos. Yo, hace tiempo, escribía un sueñario nada más despertarme. ¡Lo que yo daría por poder entrar en los sueños de la gente! 25 neutonios oníricos.
Lolo, Jenofonte, en grandes apuros durante la expedición de los diez mil en tierras de Persia,porque estaban rodeados de enemigos, vio un sueño: vio que estaba atado con grilletes y que estos se caían solos y que él podía andar. En cuanto despertó, contó a todos el sueño que había visto, y todos los soldados se alegraron mucho de ver que los dioses les iban a favorecer. Buenas nuevas gracias a un sueño.
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