Yo experimenté en toda su crueldad el dolor físico en una larga noche de hospital, tras el atropello de un coche que me partió la pierna.
Me iban a operar a la mañana siguiente y me tuvieron toda la noche sin darme un maldito calmante, porque, según me dijeron, no podían.
El dolor era tan insoportable que yo me arrancaba pelos del pecho y de las piernas, para sentir un dolor distinto, para que la mente tuviera otra cosa en que pensar. La ventana estaba abierta y yo tenía que lidiar con la idea obsesiva de tirarme por ella. Y mi madre y mi hermana, que velaban las pobres por mí, no sabían cómo calmarme. Hoy sus lágrimas de entonces me parten el corazón.
Si me hubieran dicho en ese momento si quería la inyección letal, yo habría dicho: ¡¡¡¡SÍÍÍ!!!"
Por eso, siempre estaré eternamente agradecido a la medicina paliativa, que no pretende curar, sino aliviar el sufrimiento. Cuanto más invierta el Estado en ella, menos sentido tendrán las voces que piden la muerte para los incurables.
2 comentarios:
Don Epifanio:
quitar el dolor es fundamental. Si se puede evitar, ¿para qué tanto sufrimiento?
No obstante lo cual, ¿no crees usted que habría que distinguir entre posibilidad de restablecimiento y ausencia de curación?
Hay casos donde se sabe que la enfermedad ha ganado la batalla, ¿por qué alargar un sufrimiento?
25 neutonios vivificantes.
Claro, don Dyhego, eso es precisamente lo que quiero decir con mi entrada: que sea bienvenida la medicina paliativa para todos esos casos en los que la enfermedad ha ganado la batalla. Gracias por alargarme la vida con sus neutonios. Reciba usted los míos.
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