Compro a un frutero un poco más joven que yo que cada vez que entra una mujer guapa en la tienda o pasa por su puerta se le hacen los ojos chiribitas y la boca agua y pierde la concentración. Le pedí un par de pimientos y él, mientras hablaba con una clienta casi tan guapa como la Venus de Botticelli, pero vestida, me dio dos pepinos.
Mi frutero es un claro ejemplo de lo mejor y, a la vez el punto flaco, de ser varón: el terremoto que es para el varón la cercanía de la mujer.
Así que, gracias a esa mujer, ese día cambié mis planes culinarios y preparé un tzatziki.
Si la belleza de esa mujer ha sido causa de que en casa comiéramos tzatziki, entonces ¡absolutamente todo está relacionado en el cosmos!
¡A lo mejor un meteorito que cayó hace cientos de millones de años en un planeta que nunca sabremos si existe ha sido, de algún modo que nadie podrá saber jamás, la causa de que yo esté escribiendo esto ahora mismo!
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