Bajo el chubasco va corriendo un niño
feliz de haber prestado su paraguas.
El agua le ha calado hasta los huesos,
pero él ríe, acelera, brinca y salta.
Y espanta a una serpiente con sus risas
que vuelan hasta un olmo y allí cantan
en los sueños que tienen los valientes
después de haber luchado con las gárgolas.
Y no cabe en el mundo su alegría
y nada es más veloz que sus zancadas.
El vendaval no puede detenerlo
aunque él no sabe dónde va ni nada.
Se ha vuelto loca el agua, truenan rayos,
el campo entero huye en desbandada,
menos en dirección contraria el río
y el niño que ha prestado su paraguas.
(DIGNO DEL BARRO, Jesús Cotta)
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