Hay personas que en el recuerdo se me muestran luminosas y han sido hitos en mi vida y todo lo referente a ellas, absolutamente todo, es grato, enriquecedor y precioso. Una de ellas es don José Ángel Aguirre, profesor de medicina en la Universidad de Málaga, a quien conocí en Sevilla durante mi juventud. Siempre será mi director del colegio mayor.
Lo recuerdo alto, rubio, guapo y fuerte, oportuno en la sonrisa y el consejo, poeta y científico, y a él debo el haber superado una de mis primeras crisis existenciales y el haber abandonado sin remordimientos de conciencia un gran proyecto de mi vida.
Para ciertas investigaciones que andaba haciendo en la facultad de biología me pidió que le tradujera un artículo del alemán, porque sabía que yo lo estudiaba en la facultad de filología. Necesitado como andaba yo de dinero, pero más contento aún de que contara con mis servicios, me puse a ello. Yo me las prometía felices porque el vocabulario científico en todas las lenguas que yo más o menos conocía era igual que en español, es decir, procedente del latín y del griego. Pero, ah, amigo, en alemán no: en alemán se han preocupado por traducir todos esos términos universales a palabras de origen alemán. Por ejemplo, encéfalo no es, qué sé yo, encéfalen, sino Gehirnentzündung.
La dificultad del léxico y la sintáctica y el hecho de que yo era un principiante en alemán le presentaron a José Ángel una traducción pésima que él me agradeció y pagó igualmente.
Don José Ángel Aguirre, ahora que estás en el cielo, eres aún más luminoso en mi recuerdo. ¿Cómo podré pagarte tanta luz?
sábado, 8 de septiembre de 2018
lunes, 3 de septiembre de 2018
El reino de Gondor y el reino de España
La última vez que releí El señor de los anillos me pareció que Tolkien, inconsciente o conscientemente, se inspiró en España y, más en concreto, en Castilla, para ambientar Gondor. No puedo dar prueba alguna de eso, pero sí hay indicios que invitan a pensarlo.
Para empezar es un reino fronterizo con pueblos, por así decir, de infieles, los de Harad y el lejando Harad, que si mal no recuerdo eran de piel más oscura y llevaban turbante y tenían animales, como el olifante, de países cálidos.
En Gondor, además, había viñas y vino y más refinamiento cultural y artístico, a diferencia de Rohan, que, en mi comparación, sería similar a los reinos nórdicos de Europa, donde lo romano dejó menos huella.
Los hombres de Gondor eran más morenos, pero también tenían sangre de Númenor. Da la sensación de que Tolkien estaba pensando en el origen visigótico de los reinos cristianos que luego reconquistaron la Península.
Ahora sé además, por este artículo, que Tolkien admiraba el idioma español, estudió gracias a un sacerdote español en el que se inspiró para Gandalf.
Aparte de eso, feliz septiembre a todos.
sábado, 28 de julio de 2018
Joaquín Romero Murube y Federico García Lorca
Durante la Segunda República y la Guerra Civil era común la opinión de que la democracia de corte liberal era incapaz de resolver los grandes problemas del mundo que sí habían sabido resolver, en cambio, los regímenes emergentes de Rusia y Alemania. Estos regímenes aún no habían mostrado al mundo su sanguinario rostro, y muchos jóvenes en España se hacían falangistas y, sobre todo, marxistas en la creencia de que en esos movimientos estaba la solución.
Esos jóvenes falangistas y marxistas cometían el mismo error político: el desprecio a la democracia parlamentaria. Pero ese error no los convierte necesariamente en malos, del mismo modo que ser demócrata no nos convierte necesariamente en buenos. Lo que nos hace dignos del nombre de una calle no es nuestra adscripción política, sino nuestros actos. Lo malo no es ser comunista o falangista, sino ser mala persona.
Joaquín Romero Murube, que fue falangista al final de la guerra y no al principio, era una buena persona. Miguel García Posada, que desde luego no puede ser tachado de conservador ni reaccionario, me lo definió como un "hombre mágico".
Como refiero en mi libro Rosas de plomo, fue la única persona en zona nacional que solicitó de Franco licencia para investigar el asesinato de Federico García Lorca y, en 1937 tuvo las agallas de publicar, a pesar del silencio oprobioso que en zona nacional pesaba sobre ese asunto, un libro de poemas en homenaje al poeta.
Ergo, una de dos: o quienes han propuesto (aquí) quitarle a Romero Murube el nombre de la calle en Sevilla por ser falangista son unos ignorantes que nada saben de él o bien los malos son ellos por creerse del bando correcto y con derecho, pues, a determinar quién es buena o mala persona no según sus actos, sino según su adscripción política.
Luego, por desgracia, están los tibios, los que se abstienen creyendo que así son más objetivos.
Esos jóvenes falangistas y marxistas cometían el mismo error político: el desprecio a la democracia parlamentaria. Pero ese error no los convierte necesariamente en malos, del mismo modo que ser demócrata no nos convierte necesariamente en buenos. Lo que nos hace dignos del nombre de una calle no es nuestra adscripción política, sino nuestros actos. Lo malo no es ser comunista o falangista, sino ser mala persona.
Joaquín Romero Murube, que fue falangista al final de la guerra y no al principio, era una buena persona. Miguel García Posada, que desde luego no puede ser tachado de conservador ni reaccionario, me lo definió como un "hombre mágico".
Como refiero en mi libro Rosas de plomo, fue la única persona en zona nacional que solicitó de Franco licencia para investigar el asesinato de Federico García Lorca y, en 1937 tuvo las agallas de publicar, a pesar del silencio oprobioso que en zona nacional pesaba sobre ese asunto, un libro de poemas en homenaje al poeta.
Ergo, una de dos: o quienes han propuesto (aquí) quitarle a Romero Murube el nombre de la calle en Sevilla por ser falangista son unos ignorantes que nada saben de él o bien los malos son ellos por creerse del bando correcto y con derecho, pues, a determinar quién es buena o mala persona no según sus actos, sino según su adscripción política.
Luego, por desgracia, están los tibios, los que se abstienen creyendo que así son más objetivos.
lunes, 16 de julio de 2018
Dos aforismos de Felipe Benítez Reyes
En la revista semestral de traducción Pliegos de la Academia leo un par de aforismos de Felipe Benítez Reyes que me han revelado una verdad acerca del oficio de escribir y otra acerca del escritor.
El primero dice:
La verdadera escritura suele empezar sobre lo ya escrito.
Cuántas veces pasa que uno se pone a escribir torrencialmente pensando que eso va a ser casi definitivo y luego resulta que no era más que un esbozo de borrador o un mero tanteo.
A un escritor no le hace falta saber cuáles son sus habilidades, porque se manifiestan por sí solas, pero sí tal vez tener muy claras cuáles son sus limitaciones, porque también se manifiestan por sí solas.
Qué pena, porque es más fácil conocer las habilidades que las limitaciones, porque uno tiende a pensar que lo limitado es el tema que está tratando y no quien lo trata.
Ahí quedan.
martes, 10 de julio de 2018
Los bemoles, agallas y arrestos del torero Juan José Padilla
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