Durante la Segunda República y la Guerra Civil era común la opinión de que la democracia de corte liberal era incapaz de resolver los grandes problemas del mundo que sí habían sabido resolver, en cambio, los regímenes emergentes de Rusia y Alemania. Estos regímenes aún no habían mostrado al mundo su sanguinario rostro, y muchos jóvenes en España se hacían falangistas y, sobre todo, marxistas en la creencia de que en esos movimientos estaba la solución.
Esos jóvenes falangistas y marxistas cometían el mismo error político: el desprecio a la democracia parlamentaria. Pero ese error no los convierte necesariamente en malos, del mismo modo que ser demócrata no nos convierte necesariamente en buenos. Lo que nos hace dignos del nombre de una calle no es nuestra adscripción política, sino nuestros actos. Lo malo no es ser comunista o falangista, sino ser mala persona.
Joaquín Romero Murube, que fue falangista al final de la guerra y no al principio, era una buena persona. Miguel García Posada, que desde luego no puede ser tachado de conservador ni reaccionario, me lo definió como un "hombre mágico".
Como refiero en mi libro Rosas de plomo, fue la única persona en zona nacional que solicitó de Franco licencia para investigar el asesinato de Federico García Lorca y, en 1937 tuvo las agallas de publicar, a pesar del silencio oprobioso que en zona nacional pesaba sobre ese asunto, un libro de poemas en homenaje al poeta.
Ergo, una de dos: o quienes han propuesto (aquí) quitarle a Romero Murube el nombre de la calle en Sevilla por ser falangista son unos ignorantes que nada saben de él o bien los malos son ellos por creerse del bando correcto y con derecho, pues, a determinar quién es buena o mala persona no según sus actos, sino según su adscripción política.
Luego, por desgracia, están los tibios, los que se abstienen creyendo que así son más objetivos.
11 comentarios:
Yo no soy partidario de quitarle el nombre de Joaquín Romero Murube a una calle. Pero sí de que se hable de que los nombres de tantas calles que homenajean a militares, o paramilitares, del bando "nacional", algunos abiertamente sanguinarios, no pretenden sólo ese homenaje (muy justo en algunos casos, abiertamente lamentable en otros), sino discriminar de un modo abiertamente sectario entre los "buenos" y los "malos".
Un ejemplo entre tantos: en Madrid, donde yo vivo, existe una calle de los "Mártires de Paracuellos", no lejos del estadio Santiago Bernabéu. Nada que objetar a su existencia. Pero, ¿cuántas calles conoce usted que homenajeen, por ejemplo, a los "mártires de Figueras", en cuyo bombardeo sobre población CIVIL murió Fe Sanz, la mujer de Ramón Gaya? ¿O a los de Badajoz, donde como seguramente no ignora se practicó, tras la toma de la ciudad, una represión sangrienta? ¿O a los de Málaga, bombardeados por orden del "carnicerito de Málaga", Carlos Arias Navarro, de triste memoria? ¿Ellos no son "mártires", o no merecen un homenaje así, que desde luego no se les ha rendido? Supongo que su lugar son las cunetas, donde siguen tantos.
No, mire: el problema es la significación de ese modo de nombrar tantas cosas, que no sólo homenajea a los unos (a los "hunos", como dijera don Miguel, que algunos bien merecen esa hache), sino que silencia, oculta y ningunea a los otros.
Y eso es lo que no está bien.
Después de darle muchas vueltas a este tema de los nombres de las calles, me parece lamentable que se use como arma arrojadiza entre unos y otros, una especie de cuenta de agravios sin pagar que sigue creciendo y creciendo a ochenta años vista de los hechos históricos que la generaron. Yo no creo que se haya de silenciar el tema de la Guerra Civil, pero para tratarlo están los libros de Historia, la asignatura de Historia en los centros educativos, y las charlas, revistas, seminarios y cualquier otro tipo de divulgación histórica. Todos ellos son medios y espacios que permiten un análisis más profundo y reposado de los acontecimientos.
Sin embargo, lo que nos encontramos es un interés casi enfermizo en revivir de forma partidista y pancartista el conflicto fraticida del 36. ¿En serio es necesario usar a personajes vinculados con la Segunda República y la Guerra civil en la nomenclatura del callejero? Porque, seamos claros, cuando quitan el nombre a una calle (que estoy de acuerdo en el caso de militares y otra gente con sangre demostrable en las manos) no es precisamente para renombrarla de manera neutra o aséptica; por cierto, la asepsis es fundamental en la curación de heridas en la vida real, lo digo para todo aquél que esté interesado en la cicatrización de heridas históricas, porque funcionan igual. El sano distanciamiento - que no la indiferencia ni el olvido - es esencial para el perdón; todo lo que se salga de ahí es permitir que la herida se siga infectando, ¡y ya basta, que son ochenta años!
¿Por qué no "calle Nardos", "calle Cerezo", "calle Mercurio", "calle Vía Láctea", "calle Spiderman", "calle Frodo", "calle Conan" o mil cosas más? ¡Será por sustantivos, propios y comunes, leñe! Y si queremos ponernos históricos, pues "calle Julio César", "calle Hipatia de Alejandría", "calle Marco Polo", "calle Cervantes", "calle Quevedo" (perpendicular a "calle Góngora", jejeje) o qué se yo (claro, que digo yo que habría que poner cuidado en no pasarnos del 711, que ya a partir de aquí los habrá que vean fascismo y comunismo en plena Edad Media)... Bueno, pensándolo mejor, ponemos números, como en Nueva York (desconozco si se hace en el resto de Estados Unidos) y asunto apañado, que menuda maldición nos ha caído encima en la época contemporánea con las ideologías.
En fin, que puestos a pecar - porque parece ser que en este tema siempre se peca - yo prefiero pecar de neutral, o más bien de hartazgo, porque estoy hasta el moño de tantos dimes y diretes que nos debilitan como personas y como sociedad. Los homenajes, para los partidos políticos de fulano y zutano; los muertos, a sus familiares y, después de ser honrados por los suyos, al cementerio, y los hechos del pasado, a los museos y los libros de Historia, como advertencia de lo que nunca más hemos de permitir que vuelva a acaecernos.
Por cierto, que no conocía yo la historia de este hombre. En su proceder demostró que ponía su calidad como poeta y ser humano por delante de su ideología, que es lo que tendríamos que hacer todos. Lástima de rabia ciega que tantas veces hace a la gente comprobar el carné ideológico antes que los actos de sus semejantes a la hora de juzgar; lástima de tanto y tanto juicio sumarísimo y desinformado como se emite hoy en día. No creo que se le haya de quitar su nombre a la calle, mucho menos para, como ya he dicho, practicar lo de "desnudar a un santo para vestir a otro", que tan bien saben hacer los políticos que nos ha tocado sufrir.
Anónimo, pues eso: ningún canalla merece una calle. La merecen los grandes hombres y las víctimas inocentes, sean del color que sean.
Nyx, creo que el criterio más adecuado es dejar los nombres como están, sin buscar neutralidades, sino buscando solo que no tenga el honor de una calle con su nombre una persona con las manos manchadas en sangre inocente. El bando, la ideología o la época de esa persona es irrelevante, porque lo que hace que una persona sea un canalla son sus actos, no el partido en que milita ni la época en que vivió ni si era militar o monja. En lo demás, estoy muy de acuerdo con usted.
La cuestión de la neutralidad la proponía más bien para los casos en que se haya de renombrar un espacio que hasta ahora estuviera dedicado a un militar probadamente sanguinario, porque lo malo es que la nueva denominación casi siempre viene cargada de polémica debido a que los que se encargan de buscarla, quién sabe por qué (irónico, por supuesto) no tienen mejor idea que la de acudir a homenajeados de sus propias e intachables filas, para seguir con el "dale, Perico, al torno" de este conflicto eterno (me recuerda a una frase de la película "El secreto de sus ojos", cuando el personaje interpretado por Soledad Villamil exclama "¡Qué causa! ¡No se acaba nunca!"). Pocas veces veremos que se cambia la avenida Yagüe (perpetrador de la matanza de Badajoz que menciona el comentarista anónimo) por avenida La Rosaleda, por ejemplo; algún caso conozco, pero suele ser más antiguo y llevado a cabo por gente que no buscaba el desquite ideológico, y esa clase de gente, desgraciadamente, escasea en esta época de confrontación. Saludos veraniegos.
La verdad, Nyx, es que tienes toda la razón. Ahí sí que conviene cortar por lo sano y recurrir a flores, planetas y elementos químicos, para que la gente se deje de tirarse muertos a la cara. Feliz noche de verano.
El desprecio por la democracia parlamentaria fue acaso el mayor acierto de fascistas y marxistas.
Anónimo, es otra manera de verlo. Pero creo más bien que, al menos en José ANtonio, el desprecio no era tanto al parlamento como a la partitocracia y a la idea de que las mayorías estaban por encima de la verdad. Un saludo.
Don Epifanio:
decidir qué personaje quitar de una calle es tan complicado como sopesar los pros y contras para aprobar a un alumno que está entre el 4 y el 5.
Por otro lado, si mirásemos con lupa la biografía de todas los personajes a los que se les ha dedicado una calle, estoy seguro de que nadie pasaría "la prueba del algodón" porque todos tienen algún baldón en su vida.
Por poner une ejemplo: dicen que Quevedo era misógino, oportunista, envidioso y rastrero, aparte de excelso poeta. ¿Lo dejamos en el callejero o lo botamos?
Centrándome en el asunto de los personajes relacionados con la Guerra Civil, quizás lo mejor sería quitarlos a todos, así, a lo bestia, arramblando como los hunos, aunque unos merezcan más que otros tener el "¿honor?" de darle nombre a una calle.
Recuerdo que una vez conseguida la "democracia" en España, se rebautizaron muchas calles y en algunos sitios optaron por llamarlas con nombres vegetales (Calle de las Mimosas) o geográficos (Calle del Mar Egeo). No es mala idea.
Y, para rematar, me acuerdo de una frase de no sé quién que prefería que se preguntase ¿por qué tal personaje no tiene calle o monumento? a que dijeran ¿qué hace ése ahí?
25 neutonios callejeros.
Don Diego, no es mala idea. También propongo que, puesto que las ciudades siguen creciendo, se opte por ese tipo de nombres en las nuevas calles. Reciba mis neutonios.
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