Mi hermano Alfonso y yo éramos forofos del patinaje artístico, la gimnasia rítmica y todos esos deportes donde la gracia y la elegancia eran más importantes que el músculo. Me convenció para que yo hiciera lo que hacían los contorsionistas: colocarme la pierna detrás de la cabeza. Me pasé toda la tarde intentándolo con su ayuda y, al final, oh milagro, consiguimos colocarme la pata tras la cabeza y, al instante, comencé a gritar desesperado:
-¡Quítamela, quítamela! -porque yo solo no podía.
La sensación de esa presión insoportable en la nuca, esa presión que era yo mismo, era tan extraña y nueva, mis neuronas estaban tan poco preparadas para ese dislate de no verme la pierna, pero de ser aplastado por ella, que creí enloquecer en los eternos segundos que pasé en esa postura imposible, dolorosa y ridícula.
Mi hermano consiguió ponerme la pierna en su sitio y nos pasamos el resto de la noche riéndonos.
Ah, bendita niñez, cuando éramos curiosos e irrompibles y divertidos.
9 comentarios:
Intenta hacer eso ahora y verás. Je, je, je.
Bendita niñez.
Un abrazo.
Alegre, si hago eso, me tienen que ingresar. El otro día lo intenté, pero no pasa el pie de la frente. Un abrazo.
Cambiaría la agilidad perdida por la curiosidad de entonces. Bueno, a lo mejor eso es lo que ha pasado.
Que Dios te bendiga, niño Cotta.
Lolo, ¡gracias por desearme esa bendición! ¡Ojalá siga siendo yo ese niño! En cuanto a ti, no sé si has perdido esa agilidad, pero desde luego la curiosidad no la has perdido. Hoy un beso.
¡Yo lo he intentado miles de veces y nunca lo he conseguido! Me ha encantado la última frase "Ah, bendita niñez, cuando éramos curiosos e irrompibles y divertidos." Me recuerda hace solo 6 años, cuando todavía no sabía nada (y sigo sin saber nada pero bueno...). Gran entrada, como todas las que cuelgas.
Un Saludo
Sobre todo, irrompibles. Tierna escena.
Un abrazo, Jesús
Antonio, ojalá siguiéramos siendo así, irrompibles, curiosos y divertidos.
Hojas del roble, un día lo vamos a intentar tú y yo para volver a ser niños.
¡Bendita niñez!
Disfruté la película que tus letras proyectaron ante mis ojos, dibujaron una sonrisa en mi rostro y de nueva cuenta me transporté a mi infancia y mis tanes de acrobacia, de montañista, de paracaidista, etc.
¡ay si volvieran esos días! tan sólo para volver a reír por reír, qué lindo fuera.
No pude resistir quedarme para leerte otro poquito, me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Liz, es esa alegría del niño la que pretendo a veces traer a este blog. Un abrazo.
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