que murió en el pueblo granadino de Almedinilla por balas nacionales mientras servía en el ejército republicano.
Naciste para la espiga,
para la madre y
la novia,
para morir
entre nietos,
con tu camisa
de boda.
Cuando ibas a la iglesia,
te quitabas el
sombrero.
Y en la fiesta de
la siega,
te regalaron un
beso.
Pero comenzó la guerra.
Te quitaron el
violín,
te vistieron de
soldado
y te dieron un
fusil.
Tu ángel se batió entonces
con el ángel de
la muerte.
Te mató una
bala azul
aunque eras
transparente.
Nadie rezó en tu oído.
Nadie conoce tu
foso.
Toda la tierra
es tu tumba
y todo el cielo
tus ojos.
6 comentarios:
Don Epifanio:
¡Triste es verse metido en una guerra absurda!
25 neutonios.
Seguro que a su tío Antonio Vargas también le gustaría este prologuillo de León Felipe.
Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios
Antonio
Antonio, ¡qué poema tan bueno para recordarlo todos los días! Sí, seguro que le gustarían esos versos a mi tío, porque dan sentido a su muerte. Gracias.
Dyhego, usted y yo, con nuestras ganas de vivir y de reírnos, no se lo vamos a poner fácil a las guerras. Un abrazo grande.
"... para morir entre nietos, con tu camisa de boda."
Me ha gustado mucho eso, muy Cotta. Y que no importa de quién sean las balas, muy Cotta también.
Lolo, me conoces mejor que yo mismo. Eso es de agradecer: ya que soy difícil de conocer para mí, al menos que sea fácil para ti.
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