Jenofonte cuenta en la Anábasis que, en su búsqueda del mar, iban por desiertos parajes los griegos con el viento Bóreas en contra a través de la nieve. Entonces uno de los adivinos propuso hacer un sacrificio al dios Bóreas y, una vez que se hizo, el viento se calmó.
Entonces, bromeando con mis alumnos, les digo que eso demuestra que los dioses existen.
Pero ¿qué habría pensado Jenofonte si, tras el sacrificio, el viento no se hubiera calmado? Que o bien Bóreas los castigaba por alguna impiedad que habían cometido o bien que se estaba entreteniendo un poco con ellos. Quizá, acercándose un poco al cristianismo, Jenofonte habría tenido la intuición de que los dioses ni castigan ni se entretienen, sino que permiten la furia del viento en busca de un bien mayor que el hombre no siempre está en condiciones de entender o de admitir.
El caso es que, el día en que traduje eso, los alumnos que repartían por las clases los claveles de san Valentín me trajeron uno de una persona que prefiere permanecer en el anonimato. Sé que no es un clavel de amor, sino de gratitud. Y quiero darle la mía a esa persona, porque me hizo muy feliz un día en que lo estaba pasando realmente mal.
10 comentarios:
Don Epifanio:
Eterna pregunta. ¿Las cosas pasan porque sí o porque tienen que pasar?
Prefiero pensar en la primera opción, que deja más libertad al hombre.
25 neutonios jenofontianos.
Yo recuerdo, al propósito, un epigrama de la Antología Palatina en que un creyente (en los dioses) da como prueba de lo acertado de su creencia la cantidad de exvotos que pueden verse en un templo de gente que ha sobrevivido a un naufragio. Y la respuesta de otro, que le recuerda que los ahogados no ponen exvotos. Si uno, a la manera de Pangloss, se convence de que todo sucede para bien, pues bueno, feliz él. Pero no debería ser difícil entender que para otros, tal el propio Voltaire, es ése un recurso un poco demasiado fácil, del que no es nada ilegítimo desconfiar.
Pues a mí, que no soy docto en casi nada, lo que me más me ha llamado la atención de esta entrada es la humanidad contenida en el último párrafo. Siento que tuvieras ese día horrible, pero me alegro de que el anónimo alumno te lo arreglara.
Un abrazo.
Don Dyhego, yo pienso que las cosas pasan porque tienen que pasar, pero las decisiones que tomamos son libres. Sería un término medio entre las dos posturas.
25 neutonios valentinianos.
Anónimo, nos encontramos con el eterno problema: el bien que recibimos parece llevarnos a agradecérselo al posible autor de todo, si existe, y el mal que sufrimos parece llevarnos o bien a culpar al autor de todo o bien a negar que pueda existir, porque, si existiera, tendría que ser un malvado y, como decía Eurípides, "si los dioses no son buenos, no son dioses". Creo que, en este asunto, no hay más evidencias a favor o en contra. Todo depende del temperamento y la actitud de cada cual. En mi caso y por no generalizar, puedo decirle que soy una persona más agradecida de lo bueno que recibo que quejosa del mal que sufro y eso me inclina a querer que exista alguien a quien agradecérselo. Pero sé de otra gente que, ante la muerte de un ser querido, se niegan a creer que exista un Dios que lo permita. Más que cuestión de razonamientos, lo es de caracteres. Un saludo.
Fernando, muchas veces nuestros problemas más gordos los arreglan unos desconocidos. Un abrazo grande, amigo, y hasta pronto.
Enteramente de acuerdo. Y permítaseme añadir un aplauso. Hay creyentes que no toleran la más mínima disidencia, y hasta estoy por decir insinuación, con respecto a sus creencias: lo consideran un agravio personal. Yo me tengo por agnóstico; pero mi admiración por Dante, San Juan de la Cruz, Bach o G. M. Hopkins, por citar unos pocos creyentes (entre muchisimos), es inmensa. Sin ellos (o sin la Biblia, ese libro de libros), mi vida sería ciertamente mucho más pobre.
Anónimo, me alegra saber que, a pesar de nuestras diferencias de opinión, coincidimos en la admiración por esos hombres. Siempre he pensado que la simpatía se basa más en las actitudes y los gestos que en las afinidades de pensamiento. Un saludo.
Últimamente le doy muchas vueltas al tema de la existencia de Dios y la libertad, como apunta Dhyego. Y siempre llego a la misma conclusión que tú, Jesús: con nuestra intuición, con nuestra experiencia, con nuestro corazón o con nuestra razón, tan fácil es inclinarse a un lado como al otro, creer o no creer.
Pero -y ahora aporto lo mío- es que lo que Dios quiere no es que creamos en Él o dejemos de hacerlo, quiere que Lo queramos, y eso solo se puede hacer desde la libertad.
Reyvindiko, me temo que nos parecemos demasiado. Yo llevo dándole vueltas al asunto desde siempre y ahora más que nunca, pero no había llegado a esa conclusión tan bonita. Sí, señor, menos dudar y más amar. Gracias, hermano.
Publicar un comentario