A Fernando Ortiz lo conocía yo más por sus poemas que en persona. Él fue el primer o segundo poeta que escogí para la sección semanal que por correo electrónico envío a mis amigos en la sección de El poema de la semana.
Nunca le agradeceré lo bastante que, sin conocerme apenas, leyera mi libro de poesía Menos la luna y yo hace apenas un mes y que, encima, me lo elogiara. Viniendo sus palabras de un maestro de poetas que estaba al borde de la muerte, las tendré siempre guardadas en el corazón. Han sido para mí un espaldarazo. Tuvo además el detalle de corresponderme enviándome un libro suyo firmado.
Gracias, Fernando, por tratar tan gentilmente a un desconocido cuando ya te quedaba de la vida solo unas briznas. Enciendo por ti una mariposa de aceite a la Virgen y sé que estás en el locus amoenus de los poetas, con Novalis, Homero, Virgilio... y tus paisanos Bécquer, los Machado y Cernuda. Allí los ángeles lectores de poesía, que son legión, se saben tus poemas de memoria y te llevarán a las auroras boreales de todas las galaxias para que los declames y se unan a la música de las esferas que entre el Gran Citarista y los poetas se va haciendo cada vez más hermosa.
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