Tenía que hacer yo una lectura poética de poemas sobre la pasión ante el Cristo de la Misericordia de Santa Cruz y estaba más nervioso que un ocho, porque declamo fatal, hablo rápido, me atropello, no sé entonar bien, tengo un miedo horrible a sobreactuar o a ser monótono, no sé dónde está el término medio, no quiero hablar bajito ni chillar… en fin, que estaba hecho un flan, y en estas llegó don Eduardo Martín Clemens, me tomó de los hombros, recé con él un padrenuestro, me dio la bendición y entonces, oh maravilla,me inundó la paz y solo tenía ojos para el Cristo y hablé con la dignidad que él se merecía.
Ese es un poder que los curas han recibido. Ni todos los libros de autoayuda del mundo me habrían trasmitido la paz que el Espíritu me transmitió a través de las manos consagradas de don Eduardo.
Eso sí, no se me quitó el dolor de espalda que me ha acompañado durante toda la cuaresma. Ese dolor solo desapareció el Domingo de Resurrección.
Dios no es solo Dios de los espíritus, sino de los cuerpos, y con el mío tuvo ese detalle. Calculo que como mínimo hasta el día del Corpus Christi estaré lo bastante fuerte como para llevar niños a los hombros.
Cristo obró un milagro en mi psique al principio de la Cuaresma, pero el día de la Pascua lo obró en mi cuerpo ¡y eso que solo me atreví a tocar la orla de su manto!
Ahora que se acerca la fiesta de Pentecostés, a ver si el Paráclito me inspira para una novela que se me resiste y para ciertos asuntillos filosóficos a los que no encuentro salida.
3 comentarios:
Don Epifanio:
Me alegra saber de usted y espero que esos dolores corporales desaparezcan.
25 neutonios.
Ya que coincido contigo en lo de la curación por Resurrección del dolor de espalda, me hubiera encantado escucharte declamar.
Don Dyhego, gracias por su interés. Está usted en todo. 25 neutonios.
Reyvindiko, te pasaré los poemas para que lo hagas en tu parroquia.
Publicar un comentario