A mi padre lo operaron del fémur por un cáncer de huesos en cierto hospital malagueño. La doctora que lo operó lo llamó «el fémur». Lo convirtió en la pieza que ella había operado. Decía, por ejemplo, «el fémur ya está en la 203». Mi madre y yo fuimos a la capilla del hospital a rezar por él. Era el único lugar del hospital que nos conectaba con algo más allá de las estrellas y donde mi padre no era un cuerpo agonizante, sino un hijo de Dios. Ese mismo día, tras recibir mi padre de un cura la unción de enfermos, un grupo laicista repartió unas octavillas en el hospital pidiendo, entre otras cosas, que cerrasen la capilla para convertirla en una habitación más (por cierto, en la capilla la cama solo podría caber de canto), que impidiesen a los sacerdotes el acceso al hospital y que retirasen un niño Jesús del pasillo que estaba siempre rebosante de flores de petición y agradecimiento de los pacientes. Ese grupo laicista no hacía más que ir contra la libertad de la gente que se empeña en morir con Dios, no sin Dios, porque es en ese último trance donde más hay que respetar la libre voluntad de la gente.
Hablo de eso más extensamente en El cotidiano
7 comentarios:
Don Epifanio:
Las relaciones entre el Estado y la Iglesia han sido tan estrechas que han acabado hechas un ovillo, difícil de desmadejar.
Una solución a este problema concreto que usted plantea sería hacer como en Berlín, que van a abrir una suscripción popular para construir un edificio multiconfesional.
25 neutonios teji2.
Don Dyhego, yo creo que no es un problema que haya capillas en los hospitales. El problema es que haya gente que las quiera quitar.
En cuanto a lo de Berlín, lo entendería si en España hubiera muchas religiones distintas. 25 neutonios libres.
Sólo una pega a tu argumentación: no debería haber espacios públicos pagados con los impuestos de todos dedicados a las creencias de una parte. En todo caso habría soluciones. Por ejemplo, salvando las distancias, igual que hay cafeterías en los hospitales que pagan sus usuarios, podría haber capillas.
En lo del laicismo beligerante, absolutamente de acuerdo contigo. Es una forma de hostilidad gratuita que no tiene sentido alguno porque hablando se entiende la gente y siempre hay maneras de ponerse de acuerdo a partir del respeto mutuo.
Saludos
Tato, me alegra coincidir contigo. Los laicistas beligerantes no se dan cuenta de la suma importancia que para un creyente tiene morir con el sentido de lo sagrado y dado que en nuestra sociedad ya solemos morir en los hospitales, privar al moribundo de lo religioso es una imposición estatal totalitaria.
Por otra parte, estoy dispuesto a aceptar tu pega, que me parece razonable, si aplicamos ese criterio a todos los casos. Por ejemplo, ¿por qué pagar con nuestros impuestos el cine, los deportes, las asociaciones feministas, etc? Si la religión no es de todos, tampoco el cine ni el deporte ni los sindicatos ni los partidos ni etc. Un abrazo grande
Bueno, ya imaginarás que para un liberal como yo, comprarte la idea de ampliar mi pega al resto de las subvenciones no supone el más mínimo problema, más bien al contrario. ¿Dónde hay que firmar?
Un abrazo
Tato, ¡es que es tan difícil encontrar gente con ese sentido común tuyo, que me has pillado de sorpresa! De liberal a liberal, un abrazo.
Vaya, pues muchas gracias, Jesús.
Lo cierto es que yo pienso que no soy nada original, que me limito a usar el sentido común la mayor parte del tiempo, pero muchas veces me hacen sentir un poco bicho raro y me descolocan. Aunque rápidamente me vuelvo a recolocar, que conste.
Un fuerte abrazo
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