Hablé en mi reciente entrada muy a la ligera del alumno supuestamente cani.
Resulta que esa entrada la publiqué en una revista de mi instituto que cayó en sus manos y lo vi contento de ser protagonista de un artículo, pero algo disgustado porque yo no había copiado bien los versos que había compuesto.
Le iba a regalar las rimas de Bécquer, pero como no tenía ninguna a mano, le regalé un libro mío de poesía, dedicado a él, de poeta a poeta.
Se le humedecieron los ojos por la emoción y en seguida me arrepentí de haber hablado de él tan a la ligera en mi artículo, diciendo que es cani cuando en realidad no estoy seguro. Me dejé engañar por prejuicios y apariencias. Pero me alegré de haber seguido la inspiración del Espíritu Santo de regalarle un libro de poesía. No creo que le hayan regalado uno nunca.
Me enteré de que es armenio. Se llama Armen. Yo alabé su país y su historia. Los alumnos armenios que he conocido tienen todos los ojos grandes y oscuros, como los iconos bizantinos, y están todos orgullosos de ser el primer pueblo cristiano que hubo en la historia.
Armen, que nada ni nadie estropee tu corazón de poeta.
2 comentarios:
Don Epifanio:
Lo mismo ese gesto tiene mucha importancia, a la larga, en la vida de este chiquillo.
25 neutonios chiquilleros.
Ojalá, don Dyhego. Tengo la intuición de que sí.
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