Recuerdo una excursión a Cazorla. Ya no había carreteras ni caminos. Sólo monte y bosque. Dormimos bajo un roble negro y centenario e hicimos oración al borde de un abismo desde el que contemplábamos águilas y ciervos.
Sin embargo, por razones que no vienen al caso, no estaba yo contento. Pero la Sierras me tenía deparada una sorpresa.
Era yo recién adolescente y me aventuraba por un camino de maleza cuando siento a mi lado un rumor y me encuentro a un palmo de distancia a una cierva que durante unos instantes me tomó por un árbol, hasta que me moví y se asustó y huyó, cómo lo diría, azorada y tremenda.
Nunca he visto un animal más delicada y fabuloso que aquella cierva delicada que me convirtió en poeta para siempre.
2 comentarios:
Don Epifanio:
Parece une episodio mitológico.
25 neutonios forestales.
Lo fue.
25 neutonios cazorleños.
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