Amigos, ahora que comienza el otoño, comienzo con nuestra serie de poemas semanales.
Disculpadme si el tema del poema de hoy es triste. Pero hay en él toda la esperanza y la alegría que puede haber en un trance como ese. Es un poema otoñal que me ha enviado un amigo.
Recientemente discutía yo con unos amigos si era mejor morir consciente o inconsciente. Yo me pido morir como en este poema.
Se lo encontraron muerto una mañana
de principios de otoño. Sonreía
dando gracias al sol, que aún lamía
su piel tras el cristal de la ventana.
Dijeron que sonaba una campana
y que él, desde la muerte, todavía
la quería escuchar y que tendía
las muertas manos a la voz lejana.
Dicen que el cuerpo estaba acurrucado
como el de un pequeño que quisiera
regresar hasta el punto de partida.
Aseguran que no estaba asustado
y jugaba a morir, como si fuera
el último recreo de su vida.
(José Luis Martín Descalzo)
Por cierto, tengo el honor de haber salido en la Contra de La Vanguardia a propósito de Rosas de plomo. Amistad y muerte de Federico y José Antonio.
Aquí.
Papá, en el cielo puedes leer el artículo completo.
2 comentarios:
Don Epifanio:
¡lástima que el artículo solo lo puedan leer los suscritos al periódico!
De todos modos, como me lo estoy leyendo, el libro, digo, voy a la fuente, que es lo principal.
También me gustaría morirme así. Dormirme y no despertar.
25 neutonios alegres.
Don Dyhego, si yo supiera enlazar el artículo completo lo haría. Pero no sé. 25 neutonios alegres.
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