Estoy encantado con dos conciertos a los que he asistido.
El primero fue el Concierto de Navidad en mi instituto, donde dos muchachos tocaron un palo flamenco con la guitarra y la trompeta. Y el segundo ha sido durante la misa de este domingo en mi parroquia de Santa Cruz en Sevilla, donde dos ingenieros aeronáuticos han tocado el órgano y el saxofón y nos han llevado a todos un poco más cerca del Cielo o, mejor dicho, nos lo han bajado de las alturas, quizá porque está aquí y no lo sabíamos hasta que hemos oído tan alta música.
En la Cartuja de Granada y en la de Miraflores de Burgos, los cartujos elevaron la arquitectura y la escultura a una belleza inusitada para que, al entrar allí, nos sintiéramos en el preámbulo del paraíso, de aquello que "ni ojo vio ni oído oyó". El ojo humano necesita toda esa maravilla visual de volutas, columnas, torbellinos de ángeles, flores de acanto y cúpulas a las estrellas, para hacerse una idea de lo que "ni ojo vio". Muchos arquitectos, pintores, escultores, escayolistas, imagineros hacen falta para todo eso.
Pero el oído humano, como bien sabía Bach, no necesita tanto. Basta un órgano para levantar en un momento un sinfín de catedrales góticas infinitas buscando en los espacios locamente a Dios para traérnoslo al corazón. Si además el añadimos un saxofón, entonces se nos abren los cielos.
Y para quien quiera oír otra vez el órgano y el saxofón, pueden ir a una de las iglesias más bellas de Sevilla, que quemaron durante la Segunda República y salió bellamente indemne, la iglesia de San José, en calle Sierpes, este jueves próximo, a cargo de dos ingenieros aeronáuticos. El dinero recaudado servirá para restaurar el templo, donde, por cierto, los pájaros de los franciscanos cantan durante en el concierto escondidos tras el retablo.
4 comentarios:
Una buena música, en un espacio bonito y con una acústica perfecta nos pueden llevan al paraáiso, terrenal o celeste, da igual.
25 neutonios en clave de sol, don Epifanio.
La música es, de todas las artes, la que más cerca de Dios está, la más inefable, la más sublime.
Diego, reciba mis neutonios en ese paraíso musical compartido con usted
Carissime frater, tú además has dicho todo eso en poemas sublimes como la música.
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