Nunca olvidaré el día en que quise inaugurar la acuarela que me regalaron por mi primera comunión y no encontraba pincel por ninguna parte y he aquí que madre me hizo uno con unos palillos de dientes y un mechón de mi pelo entonces copioso.
Nunca he dibujado tan bien como aquel día. Desde entonces no hago más que dibujar a mi madre en mi imaginación con los colores más frescos y transparentes de todas las acuarelas, joven, sonriente, hacendosa entre las flores que huelen a ella.
4 comentarios:
Una buena inspiración, sin duda, don Epifanio.
25 neutonios pincela2.
Reciba mis neutonios más alegres, don Dyhego.
¡Qué bonito, Jesús!Esos recuerdos de la infancia perduran siempre.
Alea, ahora que lo dices, me parece más bonito aún.
Publicar un comentario