Iba hoy a hablar de la primavera, que ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Pero hoy todo me parece una frivolidad, porque la sangre inocente de las monjas martirizadas en Yemen y de los mártires de la Pascua de Pakistán está clamando al cielo.
No hay cáliz que la contenga ni golondrinas que se la beban.
Yo, que celebro la vigilia pascual cada año, me siento especialmente identificado con ellos. Este año les ha tocado a ellos, pero otro año nos puede tocar a nosotros. Ellos somos nosotros.
No puedo dejar de admirar a esos cristianos de esas regiones remotas donde son una minoría mal vista y perseguida, como lo han sido en Europa tantas veces los judíos. Tienen la mala suerte de vivir bajo gobiernos musulmanes que los discriminan y de no contar con la ayuda activa de una Europa más preocupada por hacerse laica que por socorrer a los cristianos acogiéndolos aquí o colaborando activamente con todos los gobiernos para detener esa blasfemia que es matar en nombre de un Dios que es en realidad un demonio.
2 comentarios:
Don Epifanio:
¡ojalá la cura del fanatismo fuera fácil!
25 neutonios tristes.
Un abrazo superneutónico, amigo.
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