Hoy he soñado que, en un largo pasillo, un soldado joven me tenía que disparar. No había odio en él. Puso el cañón del fusil en mi cabeza y yo notaba cómo dudaba si apretar el gatillo o no. Cerré los ojos en el sueño y entonces desaparecieron él y el pasillo, pero no el contacto del cañón en mi frente. Y yo me decía: "Si esto es un sueño, tendría que haberme despertado ya. ¿Por qué tarda tanto el soldado en dispararme". No sé cuántos segundos reales duró aquel tormento de la inminencia de la muerte. Lo que sí sé es que los segundos en los sueños transcurren de otra manera, y que el pensamiento es más obsesivo y cósmico y consistía en una pregunta angustiosa en la oscuridad: " Esta muerte no va a ser como yo imaginaba. Yo creía que la muerte iba a ser como ese momento en que el cerebro se duerme y se me cae el brazo o se me abre la boca y el pensamiento comienza a introducir elementos surrealistas. Y ahora resulta que va a ser otra cosa: voy a estallar como una supernova. Pero ¿dónde se irá mi información? ¿Desapareceré yo para siempre? ¿Sentiré cómo me vuelan los sesos? ¿Se seguirá moviendo mi cuerpo cuando ya esté descabezado?". Y entonces me desperté en el lugar más agradable del mundo.
Espero que, cuando me muera, despierte en un lugar aún mejor.
2 comentarios:
Don Epifanio:
si yo hubiese tenido un sueño parecido, me habría despertado totalmente angustiado y taquicárdico.
Me alegra saber que el desenlace del sueño fue, por lo menos, ir a parar a un sitio agradable.
25 neutonios oníricos.
Don Dyhego, eso es lo bueno de las pesadillas: que acaban bien porque terminan. Reciba hoy usted un abrazo especialmente superneutónico.
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