-Mis hermanas y mis cuñados quieren meter a mi madre en un asilo. Pero mi madre tiene noventa años y yo sé que, si la sacamos de su casa, se muere. La asistenta que la cuida ha dicho que o le pagamos más o se va, y, claro, mis cuñados han visto la puerta abierta para despedirla y mandar a mi madre al asilo. Así que, ¿sabes lo que he hecho? Tú eres el primero al que se lo digo: le pregunté a la asistenta cuánto dinero más quería, y se lo pago en secreto, para que no se vaya.
Eso es amor. Lo demás son tonterías.
El amor no puede morir.
El amor salva no solo a esa madre del asilo, sino a esa hija y, de paso, a mí, que he venido iluminado de su confesión y más amigo de la especie humana.
¡Y, encima, mientras me lo contaba, me invitó a un café!
2 comentarios:
Don Epifanio:
trístísima realidad la que se vislumbra a través de tus palabras.
Por desgracia mis padre murieron jóvenes, pero sé de casos en los que ni la economía familiar, ni las condiciones laborales, ni los cuidadores, ni la disponibilidad de cada uno ayudan a solucionar el asunto, tema, problema, situación, cómo se quiera llamar.
Triste y difícil. Muy difícil.
25 neutonios.
Don Diego, esa es la verdad. Por eso me gustó tanto la solución que al problema dio esta mujer. No es una solución perfecta, como ocurre con todas las cosas de la vida, pero sí nacida del amor. Un abrazo superneutónico
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