Como los despistes no dejan demasiado mal a quien los sufre, me atrevo a contar cuatro recientes:
a) Salía el otro día de mi casa y no encontraba el sombrero. Mi casa no es grande, pero el sombrero sí. Total, que me resigné a salir sin él y he aquí que, cuando llego al trabajo, me dice una compañera que voy mi guapo con mi sombrero.
b) Un alumno no sabe traducir en el examen la máxima latina "Sursum corda", pero comenta: “Así llamaría el profesor a su caballo”. Solo entonces recordé que, en el entusiasmo que pongo siempre en la presentación de cada máxima, yo había dicho que ese nombre me encantaba para un caballo.
Con razón cuando alguna vez releo un libro mío me digo a mí mismo: ¿cómo se me ocurrió esto?
c) En mi departamento, durante un hueco de mi horario, escribo en un papel las preguntas de los tres exámenes de tres asignaturas distintas para pasarlos en mi casa al ordenador. Cuando llego a casa, el papel no aparece por ningún sitio. Tampoco esa misma tarde en el departamento. Ubi est? “Donde habite el olvido, en los vastos jardines sin aurora”
d) Tras cambiar de trayecto, por variar un poco, me pierdo y llego tarde al trabajo. ¡Veinte años pateando Sevilla con la cabeza siempre en otro sitio!
2 comentarios:
Don Epifanio:
¡nadie está libre de esos despistes!
En una ocasión estaba en el departamento corrigiendo cuando entre la directora y me dice que los alumnos del curso tal me estaban esperando ya quince o veinte minutos. Imposible, le dije yo. La dire que sí y yo que no. ¡Resulta que me equivoqué de día! Me puse rojo, amarillo, verde y azul y me subí a la clase como el que lleva avispas en el culo! ¡Qué vergûenza!
25 neutonios sin despistes.
Don Dyhego, eso es buena señal. Significa que usted se embebe tanto en sus pensamientos como les pasaba a Sócrates, a García Lorca y a tantos grandes. 25 neutonios místicos.
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