Si una de las características del totalitarismo es la intromisión del Estado en nuestra vida privada, entonces la pretensión laicista de que las personas nos dejemos en casa la religión cuando estamos en el ámbito público es totalitaria, porque yo soy la misma persona en mi casa que en mi trabajo y creo en Dios tanto en un sitio como en otro. Sin embargo, está muy extendida la idea de que la religión solo puede mostrarse en el ámbito privado.
Me he dado cuenta de que, cuando en mi trabajo o en el mundo de los escritores, le digo a alguien que rezaré por él o digo sin morderme la lengua que creo en Dios, la gente no sabe cómo reaccionar, porque se ha creado un ambiente laicista desfavorable a ese tipo de opiniones.
Habermas, que era un filósofo que se definía con toda humildad como persona "sin sensibilidad religiosa" (religiös unmusikalisch), en una conferencia pronunciada en 2001 en la Paulskirche de Frankfurt del Main que no se le puede exigir al ciudadano religioso que prescinda de su convicción religiosa cuando participa en el discurso público.
No puedo prescindir de mi sensibilidad religiosa, igual que no puedo prescindir de mi sensibilidad artística, y cuando hago mi trabajo, trabo mis amistades o hago un discurso, soy quien soy, y solo una persona totalitaria puede pretender que me guarde la palabra "Dios" en el bolsillo.
Una cosa hermosa y libre es que en un Estado aconfensional nadie tenga obligación de profesar religión alguna y otra cosa, fea y liberticida, es que en el ámbito público sean posibles cualesquiera manifestaciones humanas, menos las religiosas.
13 comentarios:
Hay aquí, a mi parecer, una confusión notable. Yo quiero mucho a mi mujer; y no dejo de quererla cuando estoy en público. Sin embargo, ciertas manifestaciones de ese amor, muy naturales cuando estamos a solas, son inapropiadas en público. No cambia el sentimiento, desde luego; pero sí el hecho de que, al manifestar en público ciertas actitudes cuyo único lugar apropiado es la intimidad, las estoy imponiendo a quien ninguna obligación tiene de admitirlo.
A mí, que no soy creyente, no me parece mal que, por ejemplo, una persona rece en voz alta en público, como al parecer hacía a veces el doctor Johnson; lo encuentro pintoresco, nada más, y si acaso poco respetuoso con el derecho que los demás tienen a no compartir nuestras creencias. Más problemático es el caso de quien, por tener determinadas convicciones derivadas de su creencia, o por lo menos relacionadas con ella, sobre temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el divorcio, el aborto, etcétera, exige no sólo que se respeten esas convicciones suyas, cosa muy natural, sino que se impongan obligatoriamente a todo el mundo, las comparta o no, cosa bastante menos natural.
Eso sí me parece a mí "totalitario". Y bastante más grave. Y abunda, desde luego, muchísimo más de lo que debiera.
Bien planteada la analogía de la esposa, pero creo que el autor de la entrada se queja de que alguien que no tiene mujer proteste porque yo he besado a la mía en público. Llevando la analogía más lejos habría que decidir qué significaría la barbaridad de hacerle el amor en la calle (cosa que hacen en alguna cabalgata de la que muchos no se sienten orgullosos).
En cuanto a lo otro, estamos de acuerdo: el fanatismo es siempre peligroso. En las dos direcciones, es decir, intentando imponer unas creencias o procurando que desaparezcan por completo.
Lo totalitario no es besar a la mujer en público, sino prohibirlo. Quien la besa en público no impone nada a nadie. Quien prohíbe besarla sí.
Me gustaría saber dónde he empleado yo la palabra "besar". En efecto, besar en público a la propia mujer a mí no me parece nada "totalitario". Pero yo no hablaba de eso, obviamente, sino de cuestiones bastante más graves.
Ha usado usted una palabra peor: imponer.
Don Epifanio:
he estado leyendo varias veces tanto su entrada como los comentarios y, la verdad, no sé muy bien qué decir.
Creo que el laicismo intenta que ninguna religión se adueñe del Estado y en España esto no termina de separarse.
Por supuesto hay ejemplos, datos y casos para todos los gustos y todas las opiniones.
Voy a poner un solo ejemplo que me chirría: ¿cómo se puede condecorar militarmente a una Virgen, o nombrarla Alcaldesa y cosas así?
En cuanto a la idea de que una persona religiosa lo será tanto en el ámbito privado como en el público, pues, también hay casos y ejemplos para todos los gustos. Voy a poner un solo ejemplo (irreal, creo, no lo sé...): imagine usted que un presidente del gobierno, antes de dirigirse a los disputados en el Congreso, se persignara como hacen algunos futbolistas al salir al campo. No se trata de que esconda su condición religiosa, es que en esos momentos no procede.
En fin, cada cual tiene su arsenal de ejemplos.
25 neutonios.
Don Dyhego, no estoy de acuerdo con usted. Si un pueblo es religioso, no tiene por qué esconder la religión: le sale sola allí donde esté. COndecorar una Virgen o persignarse antes de dar un discurso, ¿qué tiene de improcedente? Lo improcedente es imponer una creencia, no exponerla. El laicismo y la confesionalidad son imposiciones, pero no la aconfesionalidad.
El laicismo consiste en que el alcalde no pueda salir, si quiere, presidiendo una procesión, en que me quiten la capilla del hospital o que impidan a mis alumnos en ciertas universidades fundar una asociación de carácter religioso. O sea, que el laicismo es enemigo de la libertad, pero se esconde con argumentos en nombre de la tolerancia y la neutralidad.
25 neutonios aconfesionales.
Reyvindiko, se me ha olvidado responder a tu comentario: has dado en la clave. El problema es imponer. Y el laicismo impone y, lo que es peor, considera que quien expone sus creencias las impone. Un abrazo.
Don Epifanio:
¿ve usted como hay ejemplos y casos para todos los gustos? ¡Expone usted tres más!
¿Que quiere usted que le responda? Condecorar a una Virgen me parece algo fuera de lugar (por no utilizar adjetivos que puedan levantar suspicacias). Me parece algo tan absurdo como nombrar a un árbol (por muy bonito, centenario y raro que sea) alcalde perpetuo del pueblo. Es que no le veo sentido por ningún lado. No hay nada que objetar a las fiestas patronales de los pueblos, pero hay que diferenciar los ámbitos. No se debe celebrar una misa en un ayuntamiento de la misma forma que no se debe ejecutar un acto gubernamental en una iglesia ni dictar una sentencia judicial en un bar. Lo veo así.
En cuanto al ejemplo que he puesto de que un presidente se persignara antes de pronunciar un discurso institucional, creo que los gestos son importantes. No se trata de prohibir la fe de ese presidente ni su manifetación, sino de recordarle que ese gesto no es pertinente porque se confunde el cargo público y las creencias en un momento en el que debe primar el aspecto político (neutralidad, etc).
Por lo demás, reconozco que la sociedad ve con malos ojos muchas manifestaciones católicas, pero opino que la jerarquía católica tiene mucha culpa, mucha. Y las manifestaciones de muchos gerifaltes aún son contraproducentes.
¿Quiénes pagan el pato? Los creyentes sinceros y honrados, como usted.
25 neutonios amistosos.
He usado la palabra "imponer", para referirme (cualquiera puede verlo en mi primer mensaje) a quienes pretenden que sus muy respetables convicciones personales se impogan a todo el mundo, las comparta o no. Cosa que a usted le parece mal (el que haya usado dicha palabra).
Usted se ha referido al laicismno hablando (ya en el título) de "liberticidio", y, en el texto, de "totalitarismo". Y sin que en ningún momento diga en él que se puede ser "laicista" sin hacer nada de eso, sino estando perfectamente dispuesto a aceptar que otros piensen de otra manera.
Y eso no le parece mal.
Pues no lo entiendo.
Don Dyhego, en esto ya sabemos que tenemos puntos de vista distintos. Si no se puede condecorar a una Virgen con una medalla, no podemos tampoco permitir que haya un día oficial, por ejemplo, del deporte, porque ¿qué pinta el gobierno diciéndonos qué cosas hay que celebrar? Si nos ponemos tiquismiquis con los ámbitos, acabamos viéndolo mal todo. Lo mejor es que haya libertad y nada de coacción. Y santas pascuas.
Ese es mi punto de vista: libertad, no laicismo. Eso sí, siempre buena educación.
Reciba mis neutonios más laicos
Anónimo, y con esto zanjo la discusión con usted, confunde imponer con exponer. Usted pretende que por exponer yo mi cariño públicamente lo estoy imponiendo. Es esa una visión suspicaz y tiquismiquis que acaba confundiendo con imposiciones las expresiones libres de la gente y al final se acaba en liberticidio.
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