Cayó sobre los Toros de Guisando. 
Dio el olivo a los íberos, 
a los celtas el arpa, 
a fenicios y griegos las trirremes. 
Montó los elefantes con Aníbal. 
Crió caballos que aún fascinan a los árabes. 
Lloró en Numancia 
con Boabdil y don Rodrigo. 
De todas sus misiones fue 
la más sutil e incomprensible 
clavar aquel puñal de plata 
en el cándido pecho de Teresa. 
En primavera invita 
a sus colegas italianos 
a echar una carrera 
 de catedral en catedral. 
Los incendiarios del 36 
le perdonaron en Madrid la vida. 
Y llora aún porque no pudo 
desviar las tres balas que mataron 
a Federico.
(de Gorriones de acera)
 
2 comentarios:
Don Epifanio:
a ver si el ángel da un par de mandobles a quién yo me sé.
Salu2 angelicosos.
Don Diego, acabo de enviar al ángel a cumplir esa misión. Neutonios seráficos
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