Si cerramos los ojos y pronunciamos en voz alta una palabra y la contemplamos, ¡cuánto poder tiene, de qué modo tan contundente están en ella las cosas que dice! Pensemos por ejemplo en una jauría. Si aíslo la palabra, vemos a los perros en un páramo, aullando, sin dueño, cautivos de sus instintos; y varios quilómetros alrededor peligran todos los niños, todas las palomas. Una palabra es muy poderosa; ladran y muerden en ella todos los perros.
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