miércoles, 2 de julio de 2008

Pecados capitales II: pereza

Éste es un pecado más simpático y da mucho más gustos que la soberbia, porque hay más ocasiones en el día para no doblar el espinazo que para que te doren la píldora. Apagar el despertador para seguir remoloneando en la cama, dejar la ropa caer al suelo en vez de doblarla, dejar los platos sin fregar...
El Edén y la Edad de Oro, cuando no había que destripar la tierra ni ganarse el pan sudando, cuando las ovejas teñían voluntariamente su lana del color que a uno le apeteciera, son el sueño de todos los que lamentamos vivir en un mundo donde todo se consigue con esfuerzo. Incluso para ganar la lotería hay que comprar un décimo y para eso hay que tener dinero y para eso hay que ganarlo y para eso hay que renunciar a casi todas las cosas que a uno le gustaría hacer a lo largo del día.
La pereza no es precisamente mi pecado capital. Cuando dejo de hacer algo, no suele ser por pereza, sino por desesperanza o falta de motivación o por miedo.
Hay gente tan perezosa, que incluso deja de hacer por pereza lo que más le gusta. Nunca mejor dicho eso de que en el pecado está la penitencia.
Viene muy a propósito este soneto de Manuel Bretón a la pereza.

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y, de tal modo
tu estúpida modorra a entrarme empieza,
que no acabo el soneto... de per...


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si antes decía conocer a algún soberbio, ahora diago que aquí me conozco bien a mí mismo. Hay quien dice que la pereza es la madre de todos los vicios y, como madre que es, debemos respetarla; más o menos, eso pienso yo.
De todos modos la pereza es de los pecados más inofensivos, un perezoso resulta más simpático (a lo mejor al decir esto inconscientemente también soy soberbio) que un soberbio.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Ese es mi pecado. Y es un pecado curioso, quizá el más maligno, el más "nirvánico" de todos, pues si en todos los demás se "hace algo" aquí no se hace nada, se deja de hacer: no comes fruta por no mancharte, no escribes en tu bitácora por no pensar, ...

Jesús Cotta Lobato dijo...

Vaya, vaya, con que dos perezosos, el dr. Bito y el señor Reyvindiko. Yo creo que ustedes, más que perezosos, quizá sean selectivos, es decir, seleccionan su esfuerzo sólo para lo inevitable y para lo que les gusta muchísimo. Un abrazo