domingo, 31 de mayo de 2009

Pensando en mi tumba

Ni los faraones, con todo su poder, han escapado de los profanadores de tumbas. Así que ¿para qué gastarme dinero en una tumba? Que me entierren desnudo en el campo, con una cruz de palo, y que planten un arbolito para que sus raíces arraiguen en mi pecho.

Me gustaría que el árbol fuera frutal, pero no quiero obligar a nadie a que se coma mis cerezas. Se las dejaremos a los pajaritos.

Lo malo es que el Estado, siempre tan providente y metomentodo, no nos deja ser enterrados en la propia tierra de uno.

De todas las arbitrarias intromisiones del Estado ésta es la más desconcertante. Pero como a nadie le gusta pensar en su propia muerte, nadie protesta.

17 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

Lo que yo me pregunto es por qué no hay más cementerios privados.

Juan Antonio González Romano dijo...

Es curioso, que aquello tan presuntamente moderno de "cada uno es dueño de su propio cuerpo" desaparece en la hora de la muerte. El problema se arregla con una incineración. No es lo mismo pero, hasta la fecha, el hombre sí es dueño de sus cenizas.
Un abrazo, Jesús.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Me figuro, Enrique, que en España la gente no está muy dispuesta a invertir en tumbas. Aún recuerdo la cara de extrañeza con que me miraba la gente cuando dije que íbamos a comprar un sitio en un columbario de una iglesia para mi padre.

Juan Antonio, yo no digo que cada cual se pueda enterrar donde se le antoje, pero al menos sí en su propia tierra. Lo de la ceniza no lo sabía, pero, no sé, no me acaba de convencer que un ser amado quepa luego en una cajita.

eres_mi_cruz dijo...

y quién tiene una tierra propia para la eternidad, jesús...
no hay más cementerios privados porque se deprecian tan rápido como un coche...

creo que para después de la muerte es triste convertirse en epígrafe de una medición y partida de un presupuesto... un mueble del que hay que desembarazarse para urbanizar...
a precio unitario de traslado...
demasiado caro para restarlo al valor del suelo...

con suerte se podría acoger un fiambre famoso... cuatro mitómanos en peregrinación no son dinero... pero a lo mejor sacándolo a subasta...

Javier Sánchez Menéndez dijo...

El negocio de la muerte ronda por cabezas ajenas, al igual que el negocio de la vida.

José Miguel Ridao dijo...

Me ha gustado mucho esta entrada, Jesús. No lo había pensado, pero es verdad; es una intromisión. Por otro lado, a mí eso me trae un poco al fresco, la opción de la incineración es la que más me convence, sobre todo por higiene.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Y después José Miguel, que tiren de la cadena...

Gerardo V. dijo...

jajajajaja, si alguien quiere comerse tus cerezas no le digas que no, procura que le alimenten que no solo de pan vive el hombre. Y haz que sean dulces y jugosas para que las saboree con placer y deleite. Si no es así, vivir no tiene sentido y morir tampoco. Se que las estas abonando. Un abrazo
Gerardo

Er Tato dijo...

Pues yo creo que son más desconcertantes las intromisiones del Estado en vida. La que hace tras la muerte no es más que avaricia y prepotencia, una suerte de continuidad de su presencia por si al final fuera cierto que hay vida más allá de la muerte.

Un abrazo

Jesús Cotta Lobato dijo...

Eresmicruz, quizá sea esa la razón, la que tú aduces. Es una pena. En Málaga, mi tierra, hay cementerios privados que son bonitos, como el cementerio inglés. Pero los españoles sólo sabemos agarrarnos a la teta del Estado hasta siendo fiambres.

Javier, pero yo tenía la esperanza de que, una vez muerto, el Estado dejara de verme como un negocio y respetara mi última voluntad.

Suerte tienes, José Miguel, de que el asunto te traiga al pairo. Yo pensaba lo mismo hasta que murió mi padre. Entonces me di cuenta de que me habría gustado elegir el sitio en el que enterrarlo. En cuanto a la incineración, no me gusta convertirme en algo que se puede esnifar, pero, claro, para entonces no me daré ni cuenta.

Gerardo, procuraré que las cerezas sean lo más rojas y dulces posible. De muerto, no le quiero amargar la vida a nadie.

Tato, yo creo que las intromisiones del Estado en vida son más insufribles. Las de la muerte, ésas las veo desconcertantes. Pero tú has dado en la clave: una continuidad de la prepotencia, una inercia imparable, la avaricia que toca todos los palos.

Anónimo dijo...

Pensar en la tumba es un problema, sobre todo si los familiares no tienen contratado seguro de defunción que es el seguro que seguro que se usará en una ocasión al menos. Lo de enterrarse en una colina con una cruz de madera no deja de ser peliculero. Lo de las cenizas, eso se las lleva el viento, a no ser que quiera hacerse un mejunje o una legia especial. Yo creo que lo mejor es no quedarse para siempre en la tierra y tener que enterrar a todos los que amas, asi que que me entierren pronto y recen mucho por mi, flores pocas y de plastico ni una. Si puede ser en un nicho alto para estar a salvo de las señalizaciones caninas o de borrachos, asi al menos quedare encima de alguien, al fin y al cabo eso es el poder.

Mery dijo...

Ya lo decía Serrat: y a mi enterradme sin duelo entre la playa y el cielo, en la ladera de un monte, mas alto que el horizonte, quiero tener buena vista...
Pero me dá que a él, aun siendo tan famoso, tampoco lo van a dejar.
Un beso

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, me sumo a tu petición. Y haré lo que pueda si te toca a ti antes.

Mery, no había caído yo en que Serrat lo había dicho tan bien. En fin, como dice Anónimo, procuraré tener un seguro para entonces.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Pues no Jesús, concretamente tú, eres negocio antes y serás después. Ya eres eterno.

Un abrazo.

. dijo...

No sé si resultaré creíble pero salvo el último párrafo había pensado justamente todo lo demás. Supongo que es una forma de darse para seguir viviendo (lo que como esquema está muy bien)

Ahora intento seguir a Epicuro y concienciarme de que para cuando llegue la muerte ya no tendré mucho que decirle. Con suerte quedará algún pequeño triunfo entre inmensas derrotas.

Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Javier, ojalá hicieran negocio conmigo los que me han querido.

Bluesman, claro que resultas creíble. Seguro que muchos hemos tenido la misma idea a la vez. En cuanto a Epicuro, soy incapaz de seguir sus consejos sobre la muerte. De hecho pienso mucho en ella y eso me angustia menos la vida. Un abrazo.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Eres joven todavía, no tires la toalla.

Ya verás.

O mejor, ya lo "verán".