Ni manirroto ni manitas ni manilargo. Ni siquiera manifiesto. Soy, sencillamente, un manazas. Mi contribución más alta al bricolage ha sido la de pinche de fontanero. "Jesús, pásame el alicate" y al principio yo le pasaba las tenazas como si fuesen lo mismo, hasta que, con gran dificultad he ido aprendiendo los nombres de las herramientas: machota, mordaza, llave inglesa... Mi hermano David me habla con entusiasmo de sus herramientas japonesas y mi amigo Felipe ha intentado entusiasmarme con un libro sobre el tornillo. Pero me han dejado por imposible. Sólo sé admirar las herramientas, digamos, filosóficamente: me asombran, prolongaciones inteligentes del dedo. Una grúa no deja de ser sino una monstruosa mano dirigida por la inteligencia.
Si la civilización tuviera que resurgir sólo con la ayuda de mis conocimientos, volveríamos a la Edad de Piedra. Eso sí, en esa sociedad habría muchos bardos.
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