Una vez, cuando niño, le salió a mi padre una verruga en la mano y le dijeron que, para que se le quitara, tenía que esperar a ver a un hombre montado en mulo, y decir:
"Tío del mulo, la verruga en tu culo".
Mi padre esperó largo tiempo hasta que encontró un hombre montado en mulo. Pero en vez de decir para sí la fórmula mágica la gritó a los cuatro vientos, porque al niño que era entonces le pareció que a grito pelado surtiría más efecto.
Pero he aquí que el tío del mulo, al oírlo, jaleó al animal para pillar a mi padre, mientras lo maldecía y le decía de todo y mi padre salió disparado de allí peñas arriba.
Yo no sé si al tío del mulo le salió o no una verruga en cierto sitio. Lo que sí sé es que se enfadó con razón, porque esa fórmula es como la de «abracadabra, pata de cabra». Las palabras que, con solo pronunciarse, cambian las cosas se dicen en latín o en verso. El verso las hace mágicas, poderosas, efectivas. La prosa es palabrería. El verso es ceremonia, magia, verdad y acción, aunque contenga las palabras mulo y culo.
3 comentarios:
Don Epifanio:
¡Qué cierto es! El latín tiene esa sonoridad y marcialidad que le dan fuerza para los encantamientos.
La señora ésa del Harri Potter lo supo aprovechar, el latín, digo.
25 neutonios cuatromuleros.
Dyhego, digámoslo, pues, en latín:
Vir in mulo, verruca in tuo culo.
25 neutonios antiverruguiles
¡Me parto! ¡Me encanta!
A mí, que me gusta echar mensajes de Guásap en latín los viernes, aunque me salen algo macarrónicos, porque tengo poco nivel, pero así mantengo el poquito que pillé en 2º de BUP.
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