Una madrugada me despertó un estruendo ensordecedor. Los tímpanos me iban a reventar. Sólo he soportado un ruido igual cierta vez que subí con mi amigo Helmut a la Giralda y se pusieron a redoblar todas las campanas.
Estaba todo oscuro y yo no sabía dónde estaba. No puedo describir con palabras humanas la angustia de esos instantes: habría que inventarse un lenguaje más tenebroso. Yo no sabía qué hacer ni hacia dónde moverme, hasta que de pronto, palpándome el cuerpo por si me faltaba algo, comprobé que llevaba puestos los auriculares. Me los arranqué como quien se quita un bicho de la cabeza y caí en la cuenta de que estaba en mi casa, dormido en el salón con el balcón abierto para que me diera el fresco y que seguramente durante el sueño le había dado sin querer al volumen al máximo.
Dicho así parece poco, pero el pasarlo fue mucho, que diría santa Teresa.
Ahora, cuando paso por ciertas angustias que me parecen insoportables, me da por pensar que, cuando sea muy viejo, me parecerán tan tontas como la angustia de los auriculares, porque me faltaba el punto de vista adecuado para poder relativizarlas. Pero, mientras tanto, hala, a sufrir, por ejemplo, cuando tengo que hablar con alguien en privado para decirle algo que me da una vergüenza atroz o cuando me tengo que enfrentar a cierta persona a la que no sé cómo tratar o cuando, y esto es lo que más me cuesta, le tengo que decir a alguien que no. Entonces, la angustia me impide la alegría hasta que el asunto se resuelve o se cae solito.
Cuando lo paso tan mal, voy pidiéndole consejo a todo el mundo y todo el mundo me dice que no es para tanto. Y yo sé que tienen razón, pero ¿no me la podrían dar en pastillas?
5 comentarios:
Es como esas pesadillas que duran durante varios segundos después de despertarse y asustan mucho.
Sensación desagradable donde las haya.
Que tenga usted buenos sueños, don Epifanio.
25 neutonios desperta2.
Hola Jesús, a veces me recuerda a un niño por eso de que hace un mundo de las cosas aparentemente simples además de por su energía y su forma de transmitir las cosas con tanta alegría, que nunca muera el niño de su interior, y no lo pase tan mal hombre!!
Saludos.
Dyhego, yo creo que no duran varios segundos, sino una eternidad. 25 neutonios sabatinos
Alfonso, si no lo hubiera pasado tan mal, no estaría aquí contándolo y entonces no me hubieras dado la alegría de venir aquí a hablar conmigo. Un abrazo.
Publicar un comentario