Hija: Papá, mis amigos están en otro patio y no me puedo ir con ellos porque está prohibido.
Padre: No pasa nada, hija mía. Tú vete con ellos al otro patio. Nadie te va a decir nada.
Hija: ¡Sí, mis compañeros se van a chivar y los profes me van a castigar por estar en el patio que no me corresponde!
Padre: Eso no va a pasar, hija.
Y la hija hizo caso al padre y se lo pasó bomba jugando al fútbol con los niños de cuarto. Pero he aquí que algún alumno se chivó a los profes.
Hija: ¡Papá, se han chivado y ya no puedo ir al patio! Me van a castigar.
Padre: Hija, no te preocupes. Ningún profe te va a castigar. El profe hará la vista gorda, porque no estás haciendo nada malo.
Y, en efecto, la niña siguió jugando en el patio de los de cuarto.
Mas he aquí que un mal día un niño de cuarto se cayó al suelo jugando al fútbol y entonces el director dio un golpe en la mesa y ordenó que a partir de ahora se acabaron los trasvases de niños en los patios.
Hija: Papá, ¡el dire se ha enfadado y ha prohibido que vayamos al patio de otros cursos!
Padre: Entonces, espérate dos o tres días sin ir al patio de los de cuarto y, luego, vuelves con tus amigos. Así es como se hace.
Olé.Tal como pasó lo cuento. Eso es educar: no hay que convertir al hijo en un héroe ni enfrentarlo al poder, pero sí hay que enseñarle que no se hizo el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre.
Como siempre, Cristo dio en la diana.
10 comentarios:
Don Epifanio:
El tema que propone usted hoy es delicado: la desobediencia civil. Suena muy rimbombante pero es lo que usted propone: saltarse a la torera unas normas que parecen injustas.
La razón de que en primaria se fraccione el patio, y no le revelo nada nuevo, por supuesto, se debe a la diferencia de edad de los niños. En esos años tal diferencia supone un desnivel de fuerzas y tamaños muy importantes, de modo que un empujón de un niño de sexto a uno de cuarto puede acarrear problemas físicos serios.
Por otro lado, no todos los niños tienen la misma complexión, obvio.
Además, siempre hay excepciones. Como usted apunta: ¿por qué un niño de cuarto no puede jugar con los de sexto?
Y aquí vienen los problemas: todos nos creemos con derecho a las excepciones, pero no aceptamos que los demás gocen de otras excepciones. De modo que si ese niño juega con los de sexto, inmediatamente todos los niños de su clase querrán hacer lo mismo. Y si intervienen los padres, ya ni le cuento (no se puede discriminar así a los niños y tal y tal).
Es más, si por azar el niño de cuarto que juega en el patio asignado a los de sexto tuviese un accidente (dientes desportillados, gafas rotas, rodillas desolladas…), no le quepa a usted duda de que ese padre tan “permisivo” sería el primero en demandar a los maestros, al director, a la consejería y al sursum corda si se pone a tiro.
Ni lo dude.
Hay que ser flexible con las normas, por supuesto, pero hay que cubrirse las espaldas. Y en el tema de petición de indemnizaciones y demandas no hay comprensión de ningún tipo.
25 neutonios patieros.
Me ha encantado esta entrada, y creo que son estas pequeñas desobediencias las que van preparando el terreno a los grandes cambios. Me has animado a releer a Thoureau. Por cierto, vaya estupidez que una niña no pueda elegir a sus amigos en el colegio.
Don Dyhego, no es desobediencia civil lo que defiendo, sino la necesidad de que el individuo, sin pretender hacer causa de nada ni invitar a nadie a hacer lo mismo, relativice una norma que le impide hacer algo bueno. Desobediencia civil parece implicar que la gente se moviliza y se pone de acuerdo para desobedecer normas injustas, mientras que lo que en mi entrada se defiende es que lo importante no son las normas, sino los valores y las personas.
Reciba mis cívicos neutonios.
Merche, pues a mí me están también entrando ganas de leerlo, después de decirlo tú. Lo que no me queda claro es por qué mi entrada te ha recordado a ese escritor. Un beso.
Don Epifanio:
¡Si estoy de acuerdo con usted!
Sólo quería advertir de los "peligros" que puede acarrear esa "desobediencia", sobre todo en el ámbito escolar y señalar, también, que todos queremos que se nos apliquen las excepciones que queramos.
25 neutonios escolares.
El truco, don Dyhego, es no reclamar una excepción, sino en hacerlo sin más y sabiendo que siempre nos podrán luego acusar. Nada de buscar cabezas de turco, sino solo de relativizar en el plano individual una norma que, aplicada al individuo, le impide hacer algo bueno y natural. Reciba mis más amistosos neutonios, amigo de patio.
Es una pena no poder elegir lo que consideramos bueno. Pero hay que dejarse ya de penas.
Un saludo y un recuerdo, Cotta.
Lolo, al menos esperemos que las penas no se deban a miedo a hacer lo que consideramos bueno.
Me alegro del reencuentro.
Estoy muy de acuerdo con ese padre y esa niña.
La advertencia de Dyhego es muy sensata y oportuna, al mismo tiempo que perspicaz, pues nota que estamos ante algo más que una anécdota banal. Sin embargo, a mí la vida me ha enseñado que para vivir bien hay que vivir con riesgo, de lo contrario se nos vienen encima el anquilosamiento, la pobreza de recursos de todo tipo y la tiranía. Tengo observado que cuando hay muchas normas duermen la mayor parte del tiempo y sólo se usan como coartada para controlar situaciones adyacentes que satisfacen al ego, la soberbia o la ira del gobernante.
Creo que hace más por la humanidad el que desobedece con picardía que el que grita detrás de una pancarta.
Esta postura reclama su propia ética: puedes saltarte las normas pero si te pillan te tienes que achantar. Don Dyhego temerá que esta parte no se cumpla, pero eso es parte del riesgo para vivir mejor.
Palamedes, me parecen muy sabias esas palabras y las hago mías. Las copio en mi ordenador, porque creo que guardan mucha sabiduría. Reciba usted mi abrazo.
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