Resulta que calculé mal los horarios y cuando me monté en el autobús creyendo que iba a Jaén, me enteré de que me dejaba en un pueblo de la provincia, cuando he aquí que se sentó a mi lado Orosia, a quien conocía de un curso de educación sexual del CEP de Jaén para profesores.
Una de las actividades del curso consistió en que yo tenía que defender ante un grupo de mujeres la superioridad del sexo masculino y sus genitales frente al femenino. Los argumentos que, con tal de resultar convincente, di en ese momento hoy me habrían llevado al paredón. Pero Orosia, que fue quien los tuvo que soportar, no me lo tuvo en cuenta cuando me encontró en el autobús. Antes bien, viendo que el autobús me iba a soltar de madrugada en un pueblo desconocido y pequeño, me ofreció una habitación de su piso para pasar la noche, y así me salvó de andar errabundo por un pueblo dormido y cerrado hasta el amanecer.
Siempre he pensado que no le agradecí lo bastante gesto tan noble y desinteresado y, como no tengo manera de encontrarla, se lo agradezco desde esta atalaya de la Interred por si me oye desde algún lugar. Y esto es lo que le digo:
Orosia, amiga, nunca fue caballero de damas tan bien servido. Recibid mi beso, mi gratitud y mis oraciones. En mi próximo libro de poesía os dedico un poema.
1 comentario:
Don Epifanio:
¡lo que no le ocurra a usted!
Me alegra su vuelta.
25 neutonios.
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