Me he dado cuenta de que hay días en que invierto mucho tiempo en planificar mi vida, en replantear mis metas, en actualizar mis propósitos, en reflexionar sobre mis motivaciones, en combatir mis angustias, en reprogramarme.
Es un hábito que ha ido creciendo conmigo este de anotar todo eso en mi agenda. A veces llego a planificar los cinco años siguientes, sabiendo que eso y nada es lo mismo. Pero, ay, ¿qué sería de mí sin esa lista de propósitos agrupados en: Dios, trabajo, deporte, literatura, miedos...?, etc
Me imagino que me haré viejo cuando ya no sienta la necesidad de programar nada, sino de dar gracias por lo que cada día me da.
Pero, conociéndome, me haré planes para el más allá: trescientos años en Andrómeda, otros trescientos reventando supernovas en no sé qué galaxia, luego otros trescientos visitando los libros que más me han gustado. Y así usque ad infinitum
6 comentarios:
Pues sí que se podrían hacer planes en el Más allá: pedirle a Paganini que nos enseñe a tocar el violín, preguntarle a Tolkien cuál es el mejor tiempo para plantar los Mallorn, buscar al que se le ocurrió curar el jamón o al último que hizo un escudo para el último soldado de la última legión romana...
Premio al mejor blog!
Admiro que sientas la necesidad de planificar. Soy incapaz! Si alguna vez lo he hecho, no he cumplido ni el primer día. Creo que es importante tener las prioridades claras. Dios, familia, trabajo, amigos... y planificar, ayuda a no despistarse.
David, qué bien lo pasaremos plantando mallorn... No se me había ocurrido ese aliciente. La muerte me parece ahora menos horrible. Gracias.
Varenka, esas prioridades que apuntas son también las mías. Si no me las planteo como propósitos concretos, me pierdo en la servidumbre de lo inmediato. Recibe mi aprecio y mi gratitud.
Como todo, don Epifanio, en su justa medida.
Si planifico algo, normalmente lo cumplo. Si lo dejo al azar, lo mismo no hago nada porque no me obligo.
Si decido que tengo que poner un examen y corregirlo, comprar una bombilla en tal sitio, el cartucho de tinta en tal otro, llamar al fontanero, preparar una tortilla de patatas y bajar del trastero la ropa de otoño, lo hago. Vaya si lo hago. Pero como yo mismo me diga, tendría que ir a la ferretería a por la bombilla, y debería bajar del trastero las camisas de manga larga, que ya hace frío... entonces no hago nada de nada.
Es curioso que cuando tengo muchas cosas que hacer saco tiempo para todo. Y cuando no tengo nada que hacer, no tengo tiempo para nada.
25 neutonios planifica2.
Don Dyhego, a propósito de lo que usted dice, recuerdo que alguien me dijo que, cuando tiene que pedir a alguien que haga algo, no recurre al que tiene tiempo, sino al que no lo tiene, porque el primero no lo hace y el segundo sí.
Ah, ya quisiera yo tener la justa medida que usted tiene.
25 neutonios voluntaristas
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