1. Imagina a tu ídolo haciendo dos cosas asquerosas a la vez.
2. Baila en casa la música de los mítines del PP o del PSOE. Hazlo con sonrisa Profidén.
3. Reconoce la posibilidad de enamorarte de un maromo macizo o de una chica despampanante que defiende los tópicos que más te repatean o que es forofo de la comida basura o de un escritor deplorable de best sellers.
4. De pronto se te aparece el Espíritu mismo de la Verdad y te demuestra que esa idea que defiende tu oponente más antipático es totalmente cierta.
5. Te envían una cinta de vídeo donde sales afirmando con desparpajo hace diez años ideas de las que hoy abominas.
6. Encuentras el Anillo del Poder, ese que te hace invisible e impune, y descubres que lo menos malo que se te ocurre hacer con él es espiar en los vestuarios ¡y eso que tú decías que si tuvieras dinero y poder impondrías no sé qué ecologismos y reformas de enseñanza y alianzas internacionales!
7. Estalla una guerra civil y te falta tiempo para declararte afecto a los que estén ganando en ese momento, no sea que ese vecino que te odia te acuse de lo contrario.
8. Tu tía solterona y rica te deja en herencia cientos de millones de euritos con la condición de que todos los sábados te pasees por el centro de la ciudad vestidito de racimo de uvas (es decir, con globos pegados al cuerpo).
9. Tu hija se hace, con la pubertad, okupa o nazi y te llena la casa de sus amigotes.
10. Resulta que eres republicano der tó y la princesa heredera te pide que te cases con ella.
11. El periódico que más desprecias te hace un ofertón para que escribas una columna diaria respetando su línea editorial. ¡Y tú que decías "¡Sobre mi cadáver!" y "De esta agua no beberé!"
11 comentarios:
La primera es la mejor, sobre todo si esas cosas asquerosas se refieren a una buena sentada de aguas mayores.
Yo siempre me imagino al Rey comiendo espaguetis. ¿Controlará las manchas de tomate?
Hojas, ese consejo lo daba Ovidio en Remedia amoris, para desenamorse.
JuanMa, ¿y comiendo gambas? ¿Le correrá el caldillo por los regios dedos?
La sexta es total... y la décimo primera;-)))) Qué terrible la novena, ay. Y qué difíciles de explorar son los límites de la convicción, pues es también una cuestión moral mantenerse fiel a lo que uno verdaderamente cree. ¿Pero quién reconoce en sí mismo los síntomas del fundamentalismo?
Ayayay.
Olga, yo cada día estoy más convencido de que, salvo en dos o tres cuestiones, en las demás puedo estar equivocado, pero, por desgracia, cuando discuto se me olvida. Un beso.
Salud, dinero y amor, tres formas de curarse del más bárbaro fundamentalismo; o de caer rendido a sus pies.
La primera, además de a Ovidio, me suena a historia de palomas y de pichones.
Saludos.
Me gustan todas, pero lo mejor es el título. Si no fuera porque de estas patologías lo más difícil es reconocerse enfermo.
Por tanto voy a elegir ver el vídeo de la 5.
AdP, qué bien lo has resumido. Esas tres causas son las que más pueden elevarnos o a veces rebajarnos. Y ya veo que estás con mis vírgenes: nos lo pasaremos bien con ellas.
Lolo, has escogido la que más trabajo cuesta asumir. Yo me moriría de vergüenza oyéndome decir ciertas cosas hace diez años.
Ni de coña me acostaría con un logsero de manual (por bueno que estuviera o por fácil que me lo puesiera: no es cuestión de exponerse al contagio); pero tampoco renegaría de mis convicciones por miedo a la muerte (la vida del virtuoso es una preparación constante para el heroísmo); ni me vendería por plato de caviar pudiendo pagar mis propias lentejas...¿Soy fundamentalista o valiente e íntegra? De nuevo los extremos...
Anónima, tu comentario es mejor que toda mi entrada. Eres valiente e íntegra y, además, me ha encantado eso de que la vida es una preparación para el heroísmo. En mi entrada no dije algunas cosas que pienso, por ejemplo, que algunas convicciones son sagradas y que quien las venda es indigno. Gracias por recordármelo.
Publicar un comentario