viernes, 29 de octubre de 2010

Un buen regalo para un niño

Una de las sensaciones más felices e intensas que recuerdo de mi infancia era dar una mano a mi hermano José Miguel y la otra a mi hermano Timoteo, que ya eran muchachos, y dejarme arrastrar por ellos con los brazos en cruz en una loca carrera. La gracia estaba en que yo avanzaba gracias a su empuje, pero ellos se las ingeniaban para que yo tocara siempre el suelo con los pies y eso provocaba la sensación realísima de que era mío tanto ímpetu. Yo era el gato con botas a grandes zancadas por el mundo y podía echar a volar en cualquier momento. Aquello era la cuadratura del círculo: la velocidad total y la protección total.

Ellos ni se imaginan con qué fuerza se imprimía en mis neuronas aquella generosa dádiva de sus músculos juveniles, consistente en velocidad, placer y poder.

Si queréis hacer feliz a un niño, hacedle ese regalo, porque, luego, cuando sea adulto, no habrá máquina, droga ni persona capaces de darle esa bomba de felicidad concentrada, la calidez de unas manos fuertes y protectoras, la velocidad sin vértigo ni peligro contra el viento, la sensación de que este mundo tan bien hecho se hizo para nosotros, el cariño incondicional con que el fuerte transmite su potencia a la inocencia frágil y agradecida de un niño.

18 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Pues estamos de acuerdo de nuevo. Las cosas pequeñas son las que nos marcarán el caracter y nos dispondrán a la felicidad cuando seamos mayores.
Por cierto, ¿es más barato que una video consola, eso que explicas?
Un abrazo

Er Tato dijo...

Ha sido leer tu entrada y empezar a oler a pan con aceite y azúcar, a encontrarme entre las manos aquellas pelotas verdes de los zapatos Gorila, y empezar a volar contigo. Me ha encantado la entrada, Jesús. Lo que se ve pero, sobre todo, lo que se intuye.

Un abrazo

Máster en nubes dijo...

Velocidad y protección total, qué gustito, yo quiero sentirme así de nuevo. Bueno, quizás protección total y lentitud total más bien. Un abrazo, como siempre Jesús, pones una sonrisa cada mañana

Fernando Moral dijo...

Encantado como siempre, Emperador de las vivencias y revivencias.

Un abrazo.

Dyhego dijo...

¡Anda, don EPIFANIO!
¿Es que hay hermanos que se quieren? Pensaba que todos los hermanos se pasan el día pegándose y haciéndose la puñeta unos a otros...
10 neutonios.

lolo dijo...

Al leer tu entrada me has regalado esa calidez, fragilidad y fuerza.
Ahora puedo probar también con un niño.

ReyVindiko dijo...

Se ve que yo, que soy más pequeño, tuve peor suerte con mis mayores, que sois vosotros: a mí me tocó vivir la experiencia de los astronautas en la Luna, siendo sostenido en mis paseos por la parte trasera del pantalón y notando sólo la tercera parte de la fuerza de la gravedad, pero como contrapartida esta fuerza se multiplicaba por tres donde los hemisferios glúteos se encontraban más divididos en ese momento por un gurruño cuerdiforme de costura pernil y calzoncillo.
Y entonces tú y Alfonso os reíais. No tuve yo tanto viento en la cara. Pero también lo recuerdo con cariño.

Jesús Cotta Lobato dijo...

No cogé ventaja, es muchísimo más barato. Compensa.

Tato, si te ha gustado la entrada, es que también volaste de niño. Y por eso puedes volar todavía y escapar de los prejuicios y ver el mundo a vista de pájaro.

Aurora, eso es lo malo de hacerse grande, que perdemos ciertos privilegios infantiles. Pero ahora nos toca dárselos nosotros a ellos. Un beso.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Fernando, basta cerrar los ojos, recordar e intentar ponerle palabras. La emperatriz es la vivencia. Un abrazo.

Dyhego, no todo va a ser pegarse y pelearse. También los hermanos juegan, entre pelea y pelea. Diez neutonios.

Lolo, gracias. Me alegro de haber vivido eso para poder regalártelo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Reyvindiko, esa experiencia también es impagable. Los Cotta mayores te la proporcionábamos gratis y con risas, mientras que ahora sólo se la puede pagar un multimillonario. Y me suena eso de sentir en el culete la costura del pantalón. Todo tiene un precio. Pero menos mal que guardas un buen recuerdo, a pesar de que Alfonso y yo nos riéramos. Un beso.

Alea dijo...

Jesús, tus recuerdos me han traido a la memoria una imagen parecida de mi infancia. Cuando yo era pequeña, mi hermano mayor, que me lleva 13 años, solía agarrarme de la mano y caminabamos dando grandes saltos. Yo intentaba saltar tanto como él y sus zancadas eran para mí las de un hermoso gigante, ya que siempre ha sido alto y corpulento. Gracias, Jesús, una vez más.

Olga Bernad dijo...

Uno quiere vivir en un mundo como el que se vislumbra en las tres últimas líneas.
Que la fuerza te acompañe;-)
...y buen finde.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Alea, ese sí que es un buen recuerdo. Ya quisiera yo que una hermana mía me recuerde como un hermoso gigante. Menudo piropazo para tu hermano.

Olga, yo no pierdo la esperanza de vivir así para siempre, después de morirme. Un beso.

Anónimo dijo...

Guau! Qué bonita la entrada. Me uno al deseo de Olga y al tuyo..Creo que es la definición más "entendible" y apetecible de Cielo que he leído nunca. Ojalá sea así.

Buen fin de semana

Jesús Cotta Lobato dijo...

Elena, ojalá. Que pases un buen fin de semana.

elpiyayo dijo...

Llevo mucho sin asar por aqui y me encuentro que hablas de mi jajaja, bueno aún sigo haciendo se lo a mi nieto y a le le fascina y a mi me duele la espalda.
ANCIEDEETE TELE

El alegre "opinador" dijo...

Gran relato. De verdad que ese es un buen regalo para un niño...
Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Piyayo, veo que aún sigues haciendo esos regalos a los niños. Que Dios te conserve la fuerza muchos años.

Opinador, sale más barato que la Nintendo y uno hace músculos. Un abrazo.