Que yo recuerde, el sueño terminó así.
Me desperté con la sensación de que el sueño era una premonición o un olvidado recuerdo del pasado, porque tenía todas las características de la realidad: escena cotidiana, sin elementos absurdos ni fantásticos y, de pronto, un elemento inesperado. Después tuve la sensación más bien de que el sueño lo había dirigido un director de cine y que había buscado ese efecto de sorpresa y que todo lo anterior no había sido sino el escenario necesario para el golpe final. Y ahora tengo la sensación de que el sueño, hurgando en el armario de mis miedos, no hace sino reflejar, de un modo que yo ni me esperaba, mi preocupación por la nueva era de terrorismo que según tantos agoreros nos espera durante este siglo.
Supongo que lo más sensato es pensar que en realidad el sueño lo ha elaborado sin ninguna intención mi subconsciente y que soy yo el que luego lo complica todo con las interpretaciones. Pero hay algo en los sueños tan vívido e incomunicable, que, como la poesía o lo sagrado, se resiste a la lógica de esas explicaciones. Ese maravilloso algo me mantiene agradablemente unido a un mundo místico de realidades invisibles y del cual me retira violentamente la vigilia.
2 comentarios:
Don Epifanio:
cualquiera de las interpretaciones que usted le dé a su sueño serán válidas, porque nacen de usted.
25 neutonios oníricos.
Eso me gusta mucho, porque así podré hacer un alarde de varias interpretaciones y todas me servirán. Y además seguro que tiene usted razón. 25 neutonios insomnes.
Publicar un comentario